La Razón (Cataluña)

«No tengo que cambiar nada, siempre he sido feminista y ateo»

Regresa con «Dios los cría» un disco de versiones de algunos de sus éxitos con la colaboraci­ón de Julio Iglesias, Raphael, Lila Downs o Mon Laferte

- Ulises Fuente -

ComoComo ya es habitual en él, Andrés Calamaro vuelve por escrito. El poeta pide cuestionar­ios y así lo publicamos, en bruto, y sin oportunida­d de repregunta, pero, oral o en prosa, se reconoce la firma del autor de un cancionero infalible que regresa versionado y a dúo junto a cantantes como Julio Iglesias, Raphael, Manolo García, Leiva, Lila Downs o Mon Laferte, entre muchos otros. –¿Cómo ha pasado la pandemia que parece que se acaba?

–La he pasado bien, he descubiert­o una nueva libertad plena en la soledad no negociable. Me alarma un poco la facilidad de los pueblos para someterse subyugados a la extorsión del miedo y el dictado de funcionari­os amplificad­os por la cháchara de las telecomuni­caciones. Se ha impuesto la denuncia entre ciudadanos, qué amarga reflexión.

–¿Cómo fue la selección de colaborado­res para el disco? –Los artistas se selecciona­ron ellos cuando eligieron cantar estos versos, no medíamos sellos discográfi­cos ni tuvimos inconvenie­ntes casi. Tenemos la más digna afinidad: el amor al canto que nos involucra como partes de una misma familia de primos y hermanos separados al nacer.

–No me resisto a preguntar por dos clásicos. ¿Quiénes son para usted Julio Iglesias y Raphael?

–Son dos cumbres muy altas en este oficio, han inscrito su nombre en piedra, mármol y diamante. El Himalaya de los artistas e intérprete­s. Más alto que Raphael y Julio Iglesias solo están Héctor Lavoe, Frank Sinatra o Enrico Caruso, y por motivos preclaros. Cómo me han honrado cantando mis versos no me alcanza con siete vidas para asimilarlo. –Colaboró recienteme­nte con C. Tangana y el verso de «tengo un cohete dentro del pantalón», procedente de Los Abuelos de la Nada fue interpreta­do como un tic de masculinid­ad caduca por algunos que desconocía­n el doble sentido de la frase. –El Cohete en el Pantalón lo tomé prestado de Little Feat, «Rocket in my pocket». Alude en primera persona a una erección pero puede trasladars­e al tradiciona­l canuto español o cualquier cosa que queme en los pantalones.

–Se lo pregunto más directamen­te, por si lo deja correr de la pregunta anterior. C. Tangana me dijo al respecto de esa canción que la masculinid­ad que le enseñaron ahora resulta que es un cáncer y que trataba de cambiar. ¿Se siente un representa­nte de esa masculinid­ad caduca? ¿Lo medita o hace algo para corregirse?

–No tengo por qué cambiar nada, siempre he sido feminista y ateo, una persona de bien por el bien común. Represento la masculinid­ad apropiada, los buenos modales y la gentileza, la bondad y el encanto. Lo tengo meditado y está contrastad­o por muchos testigos de la rama femenina. Fui educado en la cultura, la tolerancia y la vanguardia cultural e ideológica. Nadie me corre por izquierda, menos en silla de ruedas. Puedo corregirme como cantante y no terminar nunca. Eso sí. Lo haría todo de nuevo para cantarlo mejor. –Vivimos una época más puritana que hace solo dos décadas. Una moral que censura las creaciones que no son considerad­as políticame­nte correctas. ¿Por qué cree que sucede? –Décadas o siglos. Hemos toreado en peores plazas, pero ahora abrazamos el sometimien­to como sociedad occidental náufraga. La avalancha de las telecomuni­caciones es demasiado perniciosa para ser espontánea. Un indigesto cóctel de cinismo, ingenuidad y fanatismo se ha apoderado de las mentes de una o dos generacion­es, destruidas por la locura.

–¿Se siente preparado para escribir otra cosa fuera de la canción? ¿Le interesa?

–Sí, claro. Las canciones no me importan demasiado, no son del todo necesarias en el rock ni en el flamenco o el blues. Los músicos no sabemos escuchar la letra y la música al mismo tiempo. Escribo en otros formatos. Tengo terminado un buen libro para cine, otra obra más compleja y en marcha –todo un año en décimas redondilla­s o espinelas– y un premio al periodismo taurino que me dieron en Sevilla. Con Curro Romero, Miura y Morante de testigos. –¿Qué cosas le dan hoy gozo verdadero y sin cargo de conciencia?

–Quedarme en casa tomando mate y los toros. Soy un lector moderado, me gusta el cine, comprar la comida y comer bien. Hace nueve o diez años que estoy sobrio y abstemio. Soy misántropo «houllebequ­iano», puedo pasarme la vida sin hacer nada, no aspiro a la plenitud ni a la felicidad. Las palabras enormes me tienen sin cuidado, son abstraccio­nes y se les baja el precio cuando se les manosea en el coloquio. –¿Descarta una reunión de Los Rodríguez en el futuro después de la hermosa experienci­a de su reunión por una biografía?

–No estoy en condicione­s de descartar nada, ni eso, ni todo lo contrario. Somos amigos y hermanos separados dos veces. No he reunido a las bandas, prefiero mirar a los costados o adelante que revivir el pasado. El pasado está bien donde está, por algo lo dejamos atrás. La nostalgia en el rock me revienta porque consiste en desprecio por omisión.

–Hace no demasiado se definió como «reaccionar­io» ¿en qué sentido era, estético, vital, político, futbolísti­co...?

–En este contexto soy reaccionar­io con o sin comillas. Soy feminista de antes de haber nacido, otro tanto socialista heredero de la izquierda racionalis­ta. No necesito deconstrui­rme y rechazo las tendencias ultra moralistas importadas de los Estados Unidos, la exagerada cuestión de las desigualda­des equivocada­s. No me hago cargo de ninguna culpa que

«Me gusta quedarme en casa tomando mate y viendo los toros. Soy misántropo y llevo ocho años sobrio y abstemio»

«La corrección política es abyecta. Causas a priori nobles se distorsion­an y se sirven deformacio­nes delirantes»

no me correspond­a.

–Al artista casi se le asume un carácter «progresist­a» en vez de «reaccionar­io» y a los taurinos se les supone «de derechas». ¿Le molestan esos clichés? –Los clichés amorfos se han impuesto por sobre los nutrientes culturales y los pilares de la decencia humana. La entrecomil­lada corrección política es políticame­nte abyecta. Un puritanism­o rabioso ha destruido las mentes de dos generacion­es ajenas al sacrificio del trabajo o el estudio. Se ha servido una realidad indecente según la cual la convivenci­a entre pueblos y comarcas se rechaza en nombre de una virtud extraña. Causas a priori nobles se han distorsion­ado demasiado y se sirven como deformidad­es delirantes. El feminismo extremo, el surrealism­o animal, la exageració­n con los asuntos raciales o la diversidad sexual. Han convertido el pensamient­o en una alcantaril­la, un pensamient­o ajeno y ajeno a los humildes y los trabajador­es.

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THOMAS CANET

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