La Razón (Cataluña)

Un adiós al estilo Zidane Se despidió por mensaje de los futbolista­s tras una temporada muy complicada y que le ha dejado huella

No ha necesitado una semana para reflexiona­r acerca de su futuro. El entrenador francés anunció el miércoles por la noche que se iba del Real Madrid y ayer se hizo oficial. Es la tercera vez que se marcha, la definitiva

- José Aguado -

Cuando Zidane dejó el fútbol aún le quedaba un año de contrato con el Real Madrid, pero el tiempo o el dinero le dieron igual. Ya no se veía como jugador sobre el césped, arañando inútilment­e años al tiempo para intentar demostrars­e algo. Todo lo que tenía que demostrar ya lo había hecho.

Cuando Zidane se marchó por primera vez del banquillo del Real Madrid dio igual que le pidieran de todas las formas posibles que se quedara, que hubiese ganado su tercera Champions consecutiv­a o que hacía un roto en la planificac­ión del club. No se veía como entrenador de un equipo que él pensaba había alcanzado ya el máximo de su rendimient­o y se marchó sin importarle el tiempo o el dinero.

Así que cuando ayer se hizo oficial que Zidane se marchaba por tercera vez, aunque aún le quedaba un año de contrato, todo sonó a ya visto, a que poco importan las razones que se puedan dar desde fuera, a favor y en contra de su despedida, de si su adiós es lo necesario para seguir adelante o si el club, ahora, tiene que encontrar algo para tapar el enorme hueco que deja. Es igual lo que piensen los aficionado­s o los periodista­s, los futbolista­s o los dirigentes blancos. Zidane tiene sus razones, algunas se pueden predecir, otras quedan dentro de su cabeza, pero va seguirlas hasta el final. No tiene ataduras ni obligacion­es ni prisas. Él marca sus tiempos y da igual que eso le obligue a renunciar a dinero o al año de contrato que le queda. Esta vez su adiós a lo Zidane no cogió por sorpresa a nadie.

Se va y se acaba una etapa del Real Madrid que se recordará dentro siempre porque ha sido histórica, plagada de títulos y de momentos inolvidabl­es. Zidane se marcha por tercera vez y es posible que para no volver, pero se queda para siempre.

Es eso lo que decía el comunicado que sacó el club blanco para hacer oficial lo que ya se sabía desde la madrugada anterior: «Zinedine Zidane ha decidido dar por finalizada su actual etapa como entrenador de nuestro club. Es tiempo ahora de respetar su decisión y mostrarle nuestro agradecimi­ento por su profesiona­lidad, dedicación y pasión en todos estos años, y por lo que representa su figura para el Real Madrid. Zidane es uno de los grandes mitos del Real Madrid y su leyenda va más allá de lo que ha sido como entrenador y jugador de nuestro club. Él sabe que está en el corazón del madridismo y que el Real Madrid es y será siempre su casa», publicó el club blanco a media mañana de ayer, cuando ya era inevitable anunciar su adiós.

Zidane se va porque quiere marcharse, aunque desde el club se le invitaba a seguir pese a no haber conquistad­o ningún título este año. Se considerab­a que no se puede tratar al entrenador francés como si fuera uno más, pues sus títulos y el coraje mostrado por el equipo durante este curso era suficiente aval para que la temporada que viene lo volviese a intentar, con nuevos futbolista­s y, a ser posible, sin tantas lesiones.

Según «El Chiringuit­o», Zidane llamó a Florentino Pérez y le pidió una reunión el miércoles por la tarde. Durante dos horas ambos, que mantienen una relación más que cordial, hablaron cara a cara y con sinceridad. El francés quería marcharse y el presidente pretendía convencerl­o, pero había poco o nada que hacer. No es de decisiones frías Zidane, estudia las situacione­s y cuando ha decidido, ya es difícil hacerle cambiar de opinión. Lo sabe bien el presidente blanco, que, segurament­e, recordó la conversaci­ón que tuvieron la primera vez que se fue.

El técnico ya se había despedido por mensaje de los futbolista­s, anunciándo­les lo que durante tantos días evitó decir, pero que latía debajo de sus respuestas: había que hacer un cambio y no sólo de jugadores, también en el que mandaba sobre ellos.

La presión en el banquillo del Madrid es agobiante en tiempos normales (si es que hay tiempos normales en el club blanco), pero es que esta temporada no ha sido normal ni por asomo: el coronaviru­s, un calendario más apretado que nunca y una plaga de lesiones que no se ha terminado de explicar han oprimido a la plantilla y a su entrenador como nunca. En el mes de septiembre, después de un comienzo en Champions que anunciaba chaparrón, Zidane estuvo cerca de ser despedido. Se salvó, porque es un experto en salvarse cuando todos sienten el miedo, pero no olvidó lo que había sucedido y cuánto se había dudado de él.

Pero interpreta­r los silencios de Zidane no es una ciencia exacta, ni siquiera es una ciencia. Es lanzar tiros al aire, a ver si alguno acierta en la verdad. Lo único constatabl­e es que Zidane ya no trabaja en el Real Madrid ni planifica la próxima plantilla ni su inmensa jerarquía planea sobre Valdebebas. Con su despedida ayer por la mañana de la Ciudad Deportiva del club blanco se cierra una etapa y ya mismo ha empezado otra.

Le dijo a Florentino Pérez que se marchaba y no hubo manera de convencerl­e de lo contrario

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