Un adiós al estilo Zidane Se despidió por mensaje de los futbolistas tras una temporada muy complicada y que le ha dejado huella
No ha necesitado una semana para reflexionar acerca de su futuro. El entrenador francés anunció el miércoles por la noche que se iba del Real Madrid y ayer se hizo oficial. Es la tercera vez que se marcha, la definitiva
Cuando Zidane dejó el fútbol aún le quedaba un año de contrato con el Real Madrid, pero el tiempo o el dinero le dieron igual. Ya no se veía como jugador sobre el césped, arañando inútilmente años al tiempo para intentar demostrarse algo. Todo lo que tenía que demostrar ya lo había hecho.
Cuando Zidane se marchó por primera vez del banquillo del Real Madrid dio igual que le pidieran de todas las formas posibles que se quedara, que hubiese ganado su tercera Champions consecutiva o que hacía un roto en la planificación del club. No se veía como entrenador de un equipo que él pensaba había alcanzado ya el máximo de su rendimiento y se marchó sin importarle el tiempo o el dinero.
Así que cuando ayer se hizo oficial que Zidane se marchaba por tercera vez, aunque aún le quedaba un año de contrato, todo sonó a ya visto, a que poco importan las razones que se puedan dar desde fuera, a favor y en contra de su despedida, de si su adiós es lo necesario para seguir adelante o si el club, ahora, tiene que encontrar algo para tapar el enorme hueco que deja. Es igual lo que piensen los aficionados o los periodistas, los futbolistas o los dirigentes blancos. Zidane tiene sus razones, algunas se pueden predecir, otras quedan dentro de su cabeza, pero va seguirlas hasta el final. No tiene ataduras ni obligaciones ni prisas. Él marca sus tiempos y da igual que eso le obligue a renunciar a dinero o al año de contrato que le queda. Esta vez su adiós a lo Zidane no cogió por sorpresa a nadie.
Se va y se acaba una etapa del Real Madrid que se recordará dentro siempre porque ha sido histórica, plagada de títulos y de momentos inolvidables. Zidane se marcha por tercera vez y es posible que para no volver, pero se queda para siempre.
Es eso lo que decía el comunicado que sacó el club blanco para hacer oficial lo que ya se sabía desde la madrugada anterior: «Zinedine Zidane ha decidido dar por finalizada su actual etapa como entrenador de nuestro club. Es tiempo ahora de respetar su decisión y mostrarle nuestro agradecimiento por su profesionalidad, dedicación y pasión en todos estos años, y por lo que representa su figura para el Real Madrid. Zidane es uno de los grandes mitos del Real Madrid y su leyenda va más allá de lo que ha sido como entrenador y jugador de nuestro club. Él sabe que está en el corazón del madridismo y que el Real Madrid es y será siempre su casa», publicó el club blanco a media mañana de ayer, cuando ya era inevitable anunciar su adiós.
Zidane se va porque quiere marcharse, aunque desde el club se le invitaba a seguir pese a no haber conquistado ningún título este año. Se consideraba que no se puede tratar al entrenador francés como si fuera uno más, pues sus títulos y el coraje mostrado por el equipo durante este curso era suficiente aval para que la temporada que viene lo volviese a intentar, con nuevos futbolistas y, a ser posible, sin tantas lesiones.
Según «El Chiringuito», Zidane llamó a Florentino Pérez y le pidió una reunión el miércoles por la tarde. Durante dos horas ambos, que mantienen una relación más que cordial, hablaron cara a cara y con sinceridad. El francés quería marcharse y el presidente pretendía convencerlo, pero había poco o nada que hacer. No es de decisiones frías Zidane, estudia las situaciones y cuando ha decidido, ya es difícil hacerle cambiar de opinión. Lo sabe bien el presidente blanco, que, seguramente, recordó la conversación que tuvieron la primera vez que se fue.
El técnico ya se había despedido por mensaje de los futbolistas, anunciándoles lo que durante tantos días evitó decir, pero que latía debajo de sus respuestas: había que hacer un cambio y no sólo de jugadores, también en el que mandaba sobre ellos.
La presión en el banquillo del Madrid es agobiante en tiempos normales (si es que hay tiempos normales en el club blanco), pero es que esta temporada no ha sido normal ni por asomo: el coronavirus, un calendario más apretado que nunca y una plaga de lesiones que no se ha terminado de explicar han oprimido a la plantilla y a su entrenador como nunca. En el mes de septiembre, después de un comienzo en Champions que anunciaba chaparrón, Zidane estuvo cerca de ser despedido. Se salvó, porque es un experto en salvarse cuando todos sienten el miedo, pero no olvidó lo que había sucedido y cuánto se había dudado de él.
Pero interpretar los silencios de Zidane no es una ciencia exacta, ni siquiera es una ciencia. Es lanzar tiros al aire, a ver si alguno acierta en la verdad. Lo único constatable es que Zidane ya no trabaja en el Real Madrid ni planifica la próxima plantilla ni su inmensa jerarquía planea sobre Valdebebas. Con su despedida ayer por la mañana de la Ciudad Deportiva del club blanco se cierra una etapa y ya mismo ha empezado otra.
Le dijo a Florentino Pérez que se marchaba y no hubo manera de convencerle de lo contrario