Y usted, ¿qué hubiera hecho?
Zidane, su leyenda, su calva impoluta, su sonrisa de anuncio y su tonelada de títulos han dicho al Madrid: «Hasta aquí hemos llegado, ¿tú sabes?». Es la tercera y última vez que apuesta por sí mismo en vez de por el club. Punto y final. C’est fini. Ser egoísta en determinados momentos es una virtud.
Buscar el bien colectivo a costa de la inmolación de uno mismo no va a ninguna parte. Renunciar a algo con el fin mayor que un proyecto se reinvente no está al alcance de cualquiera. Se lo agradecerán. El adiós pone fin a una etapa única, otra más, en un club que genera más relatos de los que cualquier otro puede digerir.
Zidane era un tranquilizante en una entidad con más ruido que una primera fila en un concierto de AC/DC. La despedida, aun oliéndose hace meses, ha dejado al madridismo aturdido. El «y ahora, ¿qué?» no se arregla con bufandas, banderas y golpes en el pecho. Entre el respeto eterno a la leyenda, la estatua en la antigua esquina del Bernabéu y la consideración del mito como un tipo genial y caprichoso hay términos medios. No muchos pueden elegir su destino en la vida. Y él lo ha hecho amparado en una hoja de servicios en la que cuesta encontrar borrones. Quizá en la hora de un adiós tan atípico, tan «made in Zidane».
Ganar todo no cansa o al menos eso es lo que dicen los que lo han hecho mucho. Zidane lo ha ganado todo y más con el Madrid. No una vez. Varias. Muchas. Se entiende que le pongan otros desafíos. O que simplemente quiera vivir la vida, disfrutar de sí mismo, de su familia, de ser seleccionador o de una serie un martes por la noche en vez de estar pensando en la Champions. Aquellos que se llevan las manos a la cabeza, se santiguan y claman lo de «¿cómo has podido hacerme esto a mí?» sólo deberían hurgar un poco en la memoria. El pasado ayuda a poner en perspectiva muchas cosas. ¿Qué pesa más? La volea de Glasgow, las tres Champions, las dos Ligas... o las despedidas. No hay color.
¿Qué pesa más? La volea de Glasgow, las tres Champions, las dos Ligas... o las tres despedidas. No hay color