¿Quién nos representa?
Los continuos ataques de este Gobierno a todo lo relacionado con el mundo del automóvil ponen de manifiesto dos hechos innegables. El primero es la obsesión enfermiza de ciertos miembros del gabinete contra el sector del motor. Y es «de locos» porque de todos es sabido que nos encontramos ante el primer sector industrial español del cual dependen no sólo muchos miles de puestos de trabajo, sino además, una buena parte de las exportaciones y, en general, más del diez por ciento del total del producto interior bruto nacional, PIB. Es decir, como para no andar jugando con tonterías y chiquilladas porque, dado que las decisiones acerca de la continuidad de nuestras fábricas se toman fuera de España, que es donde está la propiedad de las marcas, el día menos pensado nos encontramos con cierres industriales y miles de trabajadores en la calle. Ya ocurrió en Nissan y nadie es inmune a una situación similar. Pero lo que también se demuestra con estos hechos es que este potentísimo sector de la automoción, el primero por cifras de negocio en el panorama industrial y el único que coloca a nuestro país en un lugar de vanguardia en el mundo, no tiene casi ninguna capacidad de influencia sobre las decisiones políticas o técnicas que toma el ejecutivo. No la tiene con este Gobierno, ni la tuvo con los anteriores administraciones.
Hora es de que ponga encima de la mesa las importantes cartas que tiene en la mano este importantísimo sector o, con este ritmo de perder manos continuamente, terminará siendo, asimismo, el derrotado de la partida.