Una sólida mayoría social no independentista se consolida en Cataluña
El modelo autonómico, con mayor o menor entusiasmo, es apoyado por el 65,8% de los españoles
El Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) evita entrar en temas que pudieran ser molestos para el gobierno. Uno de ellos es la organización territorial de España y el sentimiento nacionalista. Nos debemos remontar al CIS de febrero de 2020 para encontrar datos sobre cómo se posicionan los españoles respecto a este siempre espinoso asunto.
Los españoles mayoritariamente optan por el actual modelo autonómico, que salvo algunas flagrantes desigualdades (el concierto económico del País Vasco, Hacienda Foral Navarra y el pacto fiscal encubierto por el que en los PGE Cataluña lidera las ayudas a fondo perdido del Estado), se basa en la frase acuñada en la Transición de «café para todos». El 42,3% está de acuerdo con el Estado de las Autonomías. A ese porcentaje significativo hay que añadir un 23,6% extra, que, aunque grosso modo están de acuerdo con el sistema autonómico, un 12,2% recortaría competencias, mientras que otro 11,4% las ampliaría. Por lo que el Estado autonómico, con críticas diversas, es apoyado por el 65,8% de los españoles.
Fuera del modelo autonómico encontramos al 17,8% que suprimiría las comunidades autónomas y daría origen a un Estado central, por ejemplo suprimir las 17 consejerías de sanidad autonómicas y que todas sus competencias las asumiera el Ministerio de Sanidad.
Opuestos al sistema autonómico también se encuentra otro 9,3% de españoles, que apoyan que el Estado reconociese a las autonomías la posibilidad de convertirse en Estados autonómicos. Postura que choca con la legalidad, tanto nacional como internacional. La Constitución española no la incorpora y la ONU y el Tribunal Internacional de Justicia reservan ese derecho a los diecisiete territorios del planeta que siguen siendo colonias, entre ellos el Sahara Occidental.
En Cataluña, el grupo más numeroso, con el 38,4%, es el que desearía que el Estado reconociera a Cataluña el derecho a convertirse en un Estado independiente, pero es superado por la suma de dos colectivos que tienen como base la autonomía y por lo tanto el Estatuto de Autonomía, ambos suman en 44,7% de los catalanes; un 23,9% que propone dejar el Estatuto como está y otro 20,8% complementario que es partidario de que el texto estatutario recoja mayores competencias descentralizadoras que en la actualidad.
Otro 13,4% de catalanes es partidario del Estado unitario (10,5%) o de menos competencias para Cataluña (2,9%).
El hecho de que un nuevo estatuto se desarrolle debería contar con el conocimiento de estas corrientes de opinión en Cataluña, en las que los que defienden el actual modelo (23,9%), junto con los que quieren más competencias (20,8%) y los que recortarían competencias (2,9%), suman el 47,6% de los catalanes, frente al 38,4% que apoyarían un supuesto Estado independiente o el 10,5% que desea un estado unitario sin autonomías.
Por lo que la sociedad catalana, no confundir con determinados dirigentes políticos o culturales, es proclive a un Estatuto de autonomía y no a la independencia.
Descartando a centralistas e independentistas, los autonomistas deben ser los protagonistas y los redactores de ese nuevo estatuto, con el siguiente reparto de influencia; los que quieren mantener el líneas básicas del actual estatuto, 50,2%. Los que quieren recortarlo, 6,1% y los que quieren ampliarlo, 43,7%. Estos tres colectivos suman el 100% de los partidarios de la autonomía y en esa proporción deberían tener su peso en el futuro Estatuto de Autonomía.
Hay que tener presente que ERC, JxCAT y w, quienes sustentan y conforman la mayoría parlamentaria que gobierna Cataluña, se oponen a un Estatuto, abogan por romper el marco estatutario o autonómico y pretenden alcanzar la independencia en esta misma legislatura. Por lo tanto será difícil que se sumen al proyecto de un nuevo Estatuto, que no resolvería tampoco nada. La única solución que tiene Cataluña es la regeneración, que una nueva generación de catalanes castigue electoralmente a los independentistas, causantes de tanto daño económico y social. Es el ejemplo las elecciones regionales de octubre de 2018 en Quebec (la Cataluña canadiense), tras décadas de hegemonía parlamentaria independentista, las nuevas generaciones han logrado «jubilarlos» y dar la mayoría al centroderecha no nacionalista.