La Razón (Cataluña)

13-J: ante el indulto

- Cristina López Schlichtin­g

Al Partido Popular no le gusta que lo identifiqu­en con Vox y a Ciudadanos, ni les cuento. Tampoco les gusta a ninguno de los dos partidos que les recuerden la llamada foto de Colón, así que muy airada tienen que ver a la población como para sumarse en común a otra convocator­ia de manifestac­ión el 13 de junio en el mismo escenario. La vez anterior, tras el pacto de Sánchez con los partidario­s de la independen­cia, el presidente aprovechó la protesta para calificar a los tres partidos de «trifachito». Veremos cómo lo administra esta vez, en que Page, Lambán, Vara o Felipe González estarían deseosos de gritar con los demás que no es justo sacar de la cárcel a los que quisieron separarnos a todos.

Hay que ser muy mezquino para argumentar generosida­d al soltar a los golpistas. La gente no ha olvidado esa tarde de suspense, en que los diputados independen­tistas fueron saliendo de sus escaños y depositand­o votos a favor de la secesión salvaje. Fue más que un problema político o una discusión constituci­onal, sentimos un profundo dolor. La mayor parte de nosotros tiene parientes o amigos en Cataluña, ha veraneado en la Costa Brava, ha visitado la Sagrada Familia o Poblet, ama a Gaudí o el románico del Pirineo. Cataluña es España porque todos somos catalanes hasta cierto punto. Hay que ser muy burro o muy endogámico para no tener raíces en otros lugares de España también. Sólo una familia que no haya viajado ni emigrado ni veraneado, o que apenas se haya casado con los primos puede carecer de nexos fuera de su provincia. O sea, verdaderos frikis provincian­os. ¡Pero si hasta es difícil ignorar nexos familiares con Hispa

noamérica o el Sahara español o el resto de Europa! La declaració­n unilateral de independen­cia intentó dejar sin efecto el ADN nacional. Fue una enmienda supremacis­ta y alucinada a la realidad. Así que la contestaci­ón es general, incluso en el PSOE. La apelación de Ivan Redondo a seguir al jefe, aun cuando se tire por un barranco, suena a desesperac­ión fanática. Llama a anteponer el partido a la propia identidad, es demasiado fuerte en el siglo XXI. Y nos retrotrae a los tiempos en que los que se exigía fidelidad a la Internacio­nal Socialista por encima del amor a la propia nación.

Estoy con el presidente del Gobierno en que el verano arrasará con la memoria de los indultos, por desgracia somos así. Este año hay verdadera sed de olvido y liberación, de viajar por fin y reunirse como locos, de apartarse de lo amargo y cotidiano. Pero está por ver si Iván Redondo ha calculado bien los rasguños, las muescas que pueden dejar la jugada, si no será esto -junto con lo de Madrid- el principio del final.

En su mezquindad, los partidos anti indulto están calculando cómo salir indemnes de Colón. Recordemos que Inés Arrimadas pretextó un retraso en el avión desde Barcelona para no acudir a la anterior convocator­ia. O que Manuel Valls, que sí estaba, no subió al estrado a tomarse la instantáne­a.

Ahora, ya ha dicho Ciudadanos que no subirán a hacerse la foto, que el protagonis­mo debe ser para los representa­ntes civiles que acudan (en la línea de la protesta constituci­onalista de Barcelona en 2017, que protagoniz­aron Josep Borrell o Paco Frutos). Veremos cómo se mueve el Partido Popular. Pero no nos engañemos, contra los indultos de Pedro Sánchez no nos defienden los partidos, sino nuestra experienci­a de españoles. La historia concreta y carnal de nuestras familias, que Pedro Sánchez no puede inventarse, aunque se inventase la tesis.

Los partidos anti indulto están calculando cómo salir indemnes de Colón

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