La tiranía de la estética
La campaña de publicidad de una famosa corsetería vallisoletana, protagonizada por mujeres reales en ropa de baño, que adorna los autobuses de la ciudad, tiene revolucionados a los pucelanos.
La propietaria del negocio, Ana Rey, se ha plantado y bajo el lema de «Todos los cuerpos son válidos, todas somos guapas, todas somos reinas» ha decidido que, a partir de ahora, buscará a sus modelos entre la propias clientas.
En esta ocasión son diez mujeres de entre 20 y 65 años las que han posado orgullosas y sabiendo que las fotografías no tendrían retoques.
En la era de los filtros, el postureo e Instagram, esta proeza viene, sin embargo, respaldada por la tendencia de reivindicar el verdadero cuerpo femenino contra el irreal y absurdo que aparece en tantas publicaciones. De hecho, varias firmas internacionales, como la poderosa H&M, tampoco han dudado en contratar para sus spots televisivos a mujeres de curvas más que generosas, que habitualmente no caminan sobre las pasarelas más que en desfiles especiales.
Esta liberación –a medias, porque el Photoshop sigue funcionando a pleno rendimiento– podría ser la llave para acabar con los complejos y obsesiones de tantas mujeres que se empeñan en dietas permanentes que no funcionan en sus cuerpos de grandes estructuras ni aunque dejen de comer.
Además, son ya muchas las compañías de todo el mundo que empiezan a valorar en las campañas publicitarias que realizan el poder de lo distinto, para procurar que, entre sus adeptas quepan mujeres gordas, delgadas, de pieles diversas y cualquier tipo de rasgo diferente de los señalados en los cánones de belleza.
Ya era hora de disociar la felicidad de la perfección de los cuerpos de las mujeres. Ahora solamente queda que alguien se preocupe de hacer lo propio con los hombres, que en el siglo XXI, también sufren la tiranía de la estética.