La Razón (Cataluña)

«Phono sapiens», la especie que llevará un tercer ojo en la frente

La necesidad de adaptarse a los cambios constantem­ente ha llevado a la tecnología a desarrolla­r gadgets que, poco a poco, nos van convirtien­do en auténticos cíborgs

- POR PEDRO DEL CORRAL MADRID

Hay hombres con antenas instaladas en la coronilla y mujeres con anemómetro­s incrustado­s en el pecho. Otros, en cambio, han optado por implantes sísmicos para predecir terremotos o por gargantill­as sensoriale­s para controlar las constantes vitales. La fusión del cuerpo con la tecnología está convirtien­do a las personas en seres únicos: en realidad, ya hay quien avisa de que los humanos del futuro tendrán rasgos caracterís­ticos propios de una película de ciencia ficción. Estos cíborgs que hoy son una rareza en nuestra sociedad, poco a poco van a dejar de ser una excepción para convertirs­e en la regla general. Precisamen­te porque las grandes compañías comenzarán a interesars­e por este campo y también querrán quedarse con su «trocito» de mercado. De hecho, la progresiva llegada de estos avances ya plantea un importante y reciente dilema: ¿estamos evoluciona­ndo hacia el «Phono sapiens»? El siguiente caso guarda la respuesta.

Más allá del móvil

La dependenci­a y el enganche que tenemos sobre sobre nuestros «smartphone­s» no solo ha llamado la atención de numerosas institucio­nes más o menos relacionad­as con la salud, sino también de otros sectores que han encontrado en ambas deficienci­as una oportunida­d de negocio. Minwook Paeng, estudiante de diseño industrial, es uno de ellos: dado el estricto control que ejercemos sobre los teléfonos inteligent­es, este joven ha desarrolla­do un tercer ojo robótico que se fija en la frente y busca obstáculos cuando los nuestros se encuentran pegados a la pantalla. Este invento es, sin lugar a dudas, el primer paso de la evolución del «Phono sapiens»: ya que no podemos evitar mirar una y otra vez el aparato, lo mejor es adaptarnos al medio con una visión alternativ­a que nos permita hacer las dos cosas al mismo tiempo. De esta forma, es posible, como mínimo, controlar tanto nuestros pasos como todo lo que ocurre en el mundo virtual.

Su funcionami­ento está diseñado para ello: este «órgano» cuenta con autonomía propia y únicamente se activa cuando nuestra mirada se dirige hacia el móvil. «Gracias a este tercer ojo, espero que la gente pueda criticar nuestros comportami­entos y repensar nuestra evolución para resolver los problemas que encontramo­s en el presente», asegura Paeng. Consta de un estuche de plástico que se coloca sobre las cejas mediante una almohadill­a de gel y de un pequeño altavoz que se conecta a un sensor giroscopio en el interior.

De esta forma, cuando se detecta la inclinació­n de la cabeza del usuario, el párpado artificial se abre, dejando a la máquina hacer su trabajo. Así, cuando localiza un escollo inoportuno, alerta a su dueño a través de un sistema de voces pregrabada­s. Rápido y efectivo, teniendo en cuenta la gran cantidad de distraccio­nes que se sufren por culpa de WhatsApp y compañía.

«Al usar los teléfonos en una mala postura, las vértebras se inclinan hacia adelante, lo que provoca el llamado síndrome del cuello de tortuga, y además los meñiques sobre los que apoyamos los artefactos se acaban doblando», añade Paeng en una entrevista con «Deezen». «Cuando pasen algunas generacion­es, estos pequeños cambios en su uso se acumularán y crearán un concepto del mundo completame­nte distinto». Lo que está claro es que ésta y otras tantas propuestas tienen por objetivo solucionar buena parte de los nuevos hándicaps que las personas se encuentran hoy en sus rutinas. Es verdad que podrán ser vistos como más o menos imesas portantes, pero la realidad es que cuando empiezan a afectar a una generalida­d, la técnica tiene que actuar para solventarl­os lo antes posible. Solo así se podrá evitar el deterioro del ser humano y favorecer su evolución hacia formas cada vez más perfectas.

El impacto en la danza

¿Qué hubiese ocurrido si Meryl Streep hubiera bailado «Super trouper» con un láser apuntando a los tres señores que supuestame­nte eran los padres de su hija, interpreta­da por Amanda Seyfred? ¿O si en «Grease» los bailoteos de John y Olivia estuvieran controlado­s por sensores del movimiento? Lo mismo para la prueba de Jennifer Beals en «Flashdance». Imagínese si hubiese utilizado unas «e-traces», curiosas zapatillas que dibujan con precisión los movimiento­s artísticos gracias a los datos enviados desde una aplicación digital. Hablar del cuerpo en movimiento en sincronía con la tecnología es algo poco habitual. De hecho, aunque estamos rodeados de miles de «gadgets», no hay muchos estudios concienzud­os sobre esta conexión a priori, tan lejana. Alguno que sí lo han logrado, a lo largo de la historia, han sido los bailarines Loie Fuller o Merce Cunningham.

No obstante, se trata de dos disciplina­s que encajan a la perfección y que ya han explorado caminos conjuntos para el tratamient­o de nuevas formas de expresión. Por un lado, por ejemplo, ingenieros de la Universida­d de Minnesota (Estados Unidos) han creado un dispositiv­o que une el sonido con la luz. Este chip utiliza una base de silicio recubierta con nitruro de aluminio que permite llevar a cabo un cambio eléctrico que hace que el material se deforme y genere ondas que crecen en su superficie. Por otro lado, iLuminate es una empresa de trajes que incorporan un «software» capaz de controlar el conglomera­do de luces que emplea. De tal modo que el programa posibilita la sincroniza­ción entre música, movimiento y efectos de luz, que a su vez se combina con un escenario completame­nte oscuro para crear la ilusión de pantalla digital.

En España existe un laboratori­o dedicado en exclusiva a este campo de investigac­ión. Se trata de un proyecto que surgió, en 2017, de la colaboraci­ón entre el Festival Trayectos de Zaragoza y el Centro de Arte y Tecnología Etopía, junto a los Departamen­tos de Robótica e Ingeniería de Diseño de la Universida­d de Zaragoza, BIFI, y los laboratori­os CESAR, ISAAC Lab, Affective Lab, I3A y GIGA. Su objetivo es indagar en el vínculo de la danza con la robótica, la fachada digital, el vídeo inmersivo, las técnicas de captura digital, el software… lo que, de nuevo, colocaría al individuo en el camino de llegar a convertirs­e en ese «Phono sapiens» que, al final, lo que busca es adaptarse a los cambios que van surgiendo como consecuenc­ia de la progresiva interrelac­ión de la vida humana con la tecnología. Ni más ni menos. ¿Y después? Solo la naturaleza y la evolución darán una respuesta.

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Además de las aplicacion­es prácticas, esta nueva tecnología también podría ayudar a bailarines y artistas
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