La Razón (Cataluña)

A la calle, a Colón

- Julio Valdeón

ElEl próximo 13 de junio toca salir a la calle. Hay que desenmasca­rar en Colón la nueva normalidad, que huele a pólvora, y defender un programa de mínimos, qué tal la igualdad ante la ley, la libertad, etc. El verano nos encuentra con los vencejos colgados del cielo y con el 20% de la población vacunada. Así no hay temporada alta, ni dique contra la ruina, ni resilienci­a que aguante más truenos. Sepan que Reino Unido no quiere que sus turistas viajen a España y seguimos en la lista ámbar, que impone una cuarentena domiciliar­ia de 10 días y dos pruebas PCR. Suficiente como para que seamos un peñazo, cuando no un destino obviamente siniestro. Puede que en nuestro país lo patriótico fueran las tamborrada­s diarias en los balcones frente a la panorámica de ataúdes, pero créanme al afirmar que para el resto del mundo alfabetiza­do somos zona cero del virus y más. Tenemos el prestigio en parihuelas. Sin necesidad de acudir a la leyenda negra. Tampoco lloriqueen porque nos difaman. Nosotros mismos, gracias a las negligenci­as de un gobierno siniestro, hemos cavado la fosa reputacion­al, de la que será complicado salir. Menos mal que la señora vicepresid­enta entiende que la principal obligación del gobierno en los días del coronaviru­s consistía en reequilibr­ar y contrapesa­r los poderes del Estado, esto es, maniobrar para condonar sus delitos a individuos condenados por alzarse pública y tumultuari­amente para impedir la aplicación de las leyes, el ejercicio de sus funciones de las autoridade­s y el cumplimien­to de las resolucion­es administra­tivas o judiciales. Un país arrasado económicam­ente, con las empresas al borde la bancarrota y el sector turístico en la uvi, un país advertido por el departamen­to de Estado de EE.UU. por la situacione­s de «violencia y acoso» por parte del gobierno contra la libertad de prensa, incluidos ataques verbales de funcionari­os del gobierno a medios de comunicaci­ón y periodista­s, un país con el siempre improbable Fernando Simón en el papel de Anthony Fauci y con Oriol Junqueras inmortaliz­ado como la reencarnac­ión de Nelson Mandela o, en su defecto, Simón Sánchez Montero, ya no es un país. Quizá otra cosa. Un chiste macabro. Una broma muy negra. Crisis sanitaria, crisis económica y, de propina y desde hace años, crisis institucio­nal: sólo necesitamo­s la putrefacci­ón de sus institucio­nes, los ataques contra la separación de poderes y la alianza del ejecutivo con los enemigos de la convivenci­a para rematar un suicidio no por anunciado menos patético. Digan lo que quieran los tramposos, los untados por la panoja gubernamen­tal y los abonados al rencor, no habrá verano ni mucho menos salida a una crisis multifacto­rial mientras mande en Moncloa el rey de los tahúres, coaligado con todos los sectarios. A la calle, a Colón, porque no nos desmantele­n lo que tenemos. A la calle porque a la injuria de la muerte y la devastació­n del hambre no podemos añadir la voladura del Estado de Derecho. Y a la calle porque entre Fernando Savater y María San Gil y Carmen Calvo y José Luis Ábalos puedes ya me dirán.

«A la calle, a Colón, porque no nos desmantele­n lo que tenemos»

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