La Razón (Cataluña)

Los escándalos del PP

- Francisco Marhuenda

LaLa izquierda atraviesa momentos difíciles tras la contundent­e derrota en Madrid y la crisis profunda que sufre Podemos inmerso en una dulce decadencia mientras sus dirigentes disfrutan de sus ministerio­s. Hasta el sueño de las tres derechas se deshace como un azucarillo tras comprobar que Ciudadanos camina con paso firme hacia la extinción. Los ideólogos políticos y mediáticos se habían frotado las manos pensando que la división de ese espacio entre PP, Ciudadanos y Vox hacía imposible que el centro derecha recuperara el poder, pero su dicha concluyó abruptamen­te el 4 de mayo. No les ha servido, a pesar de su persistenc­ia, la estigmatiz­ación de Vox como si fuera una ultraderec­ha formada por machistas, racistas y homófobos. Las mentiras tienen las patas muy cortas. El último resquicio son los escándalos del PP, pero el problema es que es algo antiguo que no afecta, ni directa ni indirectam­ente, a la actual dirección de este partido encabezada por Pablo Casado.

No hay duda de que políticos de esta formación se aprovechar­on de sus cargos para enriquecer­se y que otros organizaro­n esa chapucera operación denominada Kitchen, aunque habrá que ver qué hay de verdad y mentira cuando concluya la instrucció­n y se celebre el juicio oral. Hasta ese momento seguiré defendiend­o, como hago siempre, la presunción de inocencia. Esto de la justicia mediática no me gusta y la pena del telediario es un horror. España está llena de listos dispuestos a sentenciar sin tener idea de derecho y desconocer el procedimie­nto. La libertad de expresión es una de las bases de la democracia, pero no hay que interpreta­rla como una habilitaci­ón para atropellar los principios constituci­onales y los códigos Civil y Penal. A veces me sorprende cómo se pontifica sobre cuestiones complejas y controvert­idas con una suficienci­a fruto de la ignorancia. En lo que hace referencia a los escándalos del «viejo» PP se busca desgastar a esta formación por motivos estrictame­nte partidista­s. La Justicia funciona muy bien y necesita su tiempo para dictar sentencias. Una instrucció­n tiene que ser sólida, rigurosa y garantista. Los «tribunales» televisivo­s son mucho más rápidos e imprudente­s. Lo estamos viendo desde hace unas semanas con el caso de la hija de una famosa cantante fallecida hace unos años. No importa la verdad, sino el espectácul­o.

«El problema es que es algo antiguo que no afecta, ni directa ni indirectam­ente, a la actual dirección de este partido»

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