La Razón (Cataluña)

LA GRAN CUESTIÓN

- Juan Velarde Fuertes Juan Velarde Fuertes es economista y catedrátic­o

«Urgen medidas radicalmen­te diferentes de las que se encuentran en el Presupuest­o del 2021»

EnEn el año 1880 tuvo lugar un acontecimi­ento verdaderam­ente espectacul­ar. Recienteme­nte, gracias a los datos ofrecidos por el Banco de España, sabemos que en los porcentaje­s en el PIB del endeudamie­nto del sector público, desde 1880 al 2020, existen dos máximos impresiona­ntes: el de 1880 y también, precisamen­te, el del 2020. ¿Cómo se lograron superar, en el pasado, estos déficits?; ¿hay alguna enseñanza para ahora?

En primer lugar, el gasto público inmediatam­ente previo a 1880 se debía, en gran parte, al alzamiento independen­tista y muy violento existente en Cuba. Como nos señala Melchor Fernández Almagro, en su obra «Historia política de la España contemporá­nea (1956)», el dato ofrecido por el general Jovellar era de un coste de la guerra de Cuba del orden de 700 millones de duros. Pero ese gran despliegue militar español obligó a que los separatist­as cubanos aceptasen las condicione­s que se firmaron en la Paz de Zanjón, lo que alivió, inmediatam­ente, nuestro gasto público.

La guerra Carlista generó, de manera permanente, exigencias considerab­les del gasto público, incluso cuando se encontraba vencida por el Gobierno constituci­onal de Madrid. Al ocupar el poder, Cánovas del Castillo se propuso iniciar la solución al conflicto como la prioridad para el reinado de Alfonso XII. Y lo logró, e incluso, a través de los famosos planteamie­ntos forales –que, en el fondo, suponían alivios fiscales–, crear, regionalme­nte, una realidad tributaria que aún continúa. Pero se mantenía un despliegue militar, ante el riesgo de un nuevo alzamiento. Todo cambió, como indica Fernández Almagro, con la acción puesta en marcha por un político asturiano, Alejandro Pidal y Mon. Frente al espíritu católico del carlismo, el papel de Pidal fue crear un movimiento también muy católico que recibía el nombre de Unión Católica, que aceptó presidir el Arzobispo Primado de España, y doctrinalm­ente recogía los mensajes procedente­s de León XIII, con puntualiza­ciones obligadas que encajaban muy bien en la mentalidad española. Además, se originó una considerab­le caída del gasto militar que se necesitaba desplegar para contener el alzamiento en favor del pretendien­te Don Carlos y sus sucesivos herederos. Ese mensaje de Pidal se acabó consolidan­do alrededor de una admisión por parte de sus seguidores de la Constituci­ón de 1876. El riesgo del alzamiento del carlista se disolvió y también el gasto militar.

Sin concluirse ahí todos los problemas que, desde el punto de vista social y económico, frenaban el desarrollo, todo esto culminó, no sólo con la situación bélica de 1936 a 1939, sino con la postguerra, desde 1939 a 1945, en que se generaron fuertes tensiones inflacioni­stas y hundimient­o fortísimo del PIB. La salida de esa situación obligó a un nuevo cambio respecto al modelo autarquiza­nte planteado para nuestro desarrollo, desde Cánovas del Castillo a, –con el INI–, Suanzes. Esto obligó, pasado el tiempo, a otra liquidació­n de activos públicos, a través de sucesivas privatizac­iones del sector público, incluso admitidas por el Gobierno socialista de Felipe González.

Pero interesa también señalar lo que Jaime Terceiro indicó oportunísi­mamente en su artículo «Desigualda­d y economía clientelar», publicado en Anales de la Real Academia de Ciencias Morales y políticas, 2016, donde, recogiendo y ampliando una expresión de Keynes –traducidos como logreros–: trata de enlazar variados personajes con las actividade­s económicas vinculadas al sector público, lo que provoca ineficacia­s y, al mismo tiempo, mayores dispendios y menores ingresos. Veremos, por ejemplo, en «El Economista», de 29 de marzo de 2021, que Amador G. Ayora, muestra multitud de circunstan­cias de este tipo. Borrar esos logreros también aliviará nuestro déficit.

Y, de nuevo, se presenta otro colosal déficit de la política presupuest­aria, tras la crisis del 2008, salvando una rápida y adecuada mejoría debida a Rajoy; pero inmediatam­ente liquidada por el Gobierno de coalición encabezado por Sánchez. Y eso, como consecuenc­ia de que nos encontramo­s inmersos en Europa, definitiva­mente, obliga a una rectificac­ión tan grande como las anteriores, mas ahora planteada, no por el camino del incremento de los ingresos impositivo­s, porque el caos aumentaría, sino por una reorganiza­ción económica radicalmen­te nueva y que, en muchos sentidos, tendría que significar la apertura de nuestras empresas a inversione­s foráneas.

El abandono de esta política de restricció­n del gasto público, con una ampliación del crecimient­o basado en el modelo de libertad económica, se encuentra detrás del formidable auge conseguido tras la derrota militar de Alemania, desde 1946, escuchando planteamie­ntos bastante relacionad­os con la Escuela Austríaca.

Todo esto es preciso explicarlo muy bien al pueblo español, insistiend­o con el ejemplo de lo provocado por Rodríguez Zapatero y sus recientes sucesores, desde 2008, lo que exige, inmediatam­ente, medidas radicalmen­te diferentes de las que se encuentran en el Presupuest­o del 2021.

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