Cardenal entre barrotes
El cardenal George Pell ha pasado 404 días en la cárcel. Para encontrar precedentes hay que remontarse a los peores años de la guerra fría, cuando fueron encarcelados por los regímenes comunistas de la Europa Central el checoslavaco Beran y el ucraniano Slipyj.
Pell fue condenado en primera y segunda instancia como autor de diversos abusos sexuales contra menores, e ingresó en una prisión de Melbourne en noviembre del 2018. Allí permaneció hasta que en abril del 2020 el Tribunal Supremo le absolvió y ordenó su inmediata liberación.
El cardenal ha publicado un libro, «Diario de prisión», con sus reflexiones sobre tan excepcional experiencia. Ahora, en la excelente entrevista que ha mantenido con nuestro colega Darío Menor en «Vida Nueva», reconoce que durante su largo proceso «se había creado una atmósfera envenenada contra mí, contra la iglesia católica y contra sus líderes… hubo algunas personas que dijeron en el tribunal que yo tal vez fuera inocente pero que era necesario que alguien en la Iglesia pagara. Fui una cabeza de turco». Pell , a quien Francisco llamaba «mi ránger australiano», fue Secretario para la Economía de la Santa Sede y del estado vaticano; la suya fue una gestión muy complicada porque –dice ahora– «mi mayor error fue subestimar las fuerzas de la oscuridad que querían esconder situaciones incómodas como la inversión en el edificio de Londres en las que se actuó con gran incompetencia y hubo algunos comportamientos criminales». Dentro de unos días –el 8 de junio– el Cardenal cumplirá ochenta años. Vive habitualmente en Roma y ha perdonado a quien le acusó, «aunque a veces –reconoce– perdonar resulta difícil pero es una decisión que tomas porque eres cristiano y decides hacerlo».