La primera obra maestra española
«Mediterráneo» fue probablemente la primera gran obra maestra de la música popular española. El primer disco capaz de mirar a los ojos de verdad a cualquier pieza anglosajona de un autor de canciones, ya fuera Bob Dylan, Leonard Cohen, Paul Simon, Jackson Browne u otros gigantes. Había –y sigue habiendo– muchas cosas distintivas en este memorable álbum: temas extraordinarios uno por uno, una voz cargada de profundidad, extremo cuidado de los textos, unidad musical, un tono… Pero el sutil salto de calidad era la autenticidad. Nadie había hecho nada así.
Es cierto que los anteriores trabajos de Serrat ya eran fantásticos. Durante los años precedentes había sido capaz de generar más de una decena de composiciones fuera de categoría («Tu nombre me sabe a yerba», «Penélope», «Fiesta» y más), pero con su colección de 1971 fue mucho más allá. Trascendió y elevó la canción española a la categoría de envidiable forma de arte. «Mediterráneo» era como esos libros que cuando los recuerdas te vienen olores, colores e imágenes aunque no encuentres mucha relación. Evoca cosas siempre hermosas. Serrat consiguió llenar de vida a una colección de temas realmente inspirados. Les dio una voz absolutamente personal y cargó de originalidad y sello cada uno de sus cantos. Qué inspiración. Tomemos la legendaria canción que da título al álbum, probablemente el mayor clásico de la canción española. Esos aires de bossa nova y jazz, absolutamente idóneos para hablar de su mar. Y esa métrica, absolutamente imposible si se piensa en términos de canción. Pero es de una precisión asombrosa. Igual que la emoción de su voz.
Serrat compuso el disco cuando apenas tenía 27 años. Pensar en esa visión con esa edad resulta hoy casi una locura. Igual que pensar en Dylan componiendo «A hard rain’s a-gonna fall» en su juventud. O Van Morrison con «Madame George». O Joni Mitchell con «Both sides now». O Jackson Browne con «These days». Son referencias anglosajonas, cierto, pero eso no hace otra cosa que magnificar la obra de Serrat. Ellos tenían muchas referencias inspiradoras, pero aquí escaseaban. Serrat fue la altura de aquella España pobre en tantos sentidos.
«Mediterráneo» no era solo una inmortal canción, sino todo un disco que todavía conecta con esa visión tan realista como romántica de la España de los pueblos rendidos, las ciudades descorazonadas y esas gentes que buscan una buena razón para vivir. Unas veces la encuentran y otras no. Es el costumbrismo de «Aquellas pequeñas cosas», el respeto de «La mujer que yo quiero», el abandono de «Pueblo blanco», el retrato de «Tío Alberto», el amor de «Lucía», el viaje sentimental de «Vagabundear»… Y no son sentimientos que evocan solo los textos, sino la propia música. Son unos sones fantásticos para una voz única. Tampoco nadie –aparte de él mismo– había compuesto melodías tan soberbias.