Cómo (no) cambiamos
Obra: «El rey que rabió», de Chapí. Intérpretes: Enrique Ferrer, Rocío Ignacio, María José Suárez. Dirección musical: Iván López Reynoso. Orquesta de la Comunidad de Madrid. 3-VI-2021.
Las carcajadas en el teatro cuando el cuarteto de consejeros entona su «Hagamos, todo, todo… ¡menos dimisión!» dan cuenta de hasta qué punto algunos temas mantienen vigencia en estos tiempos. El Teatro de la Zarzuela cierra temporada con un clásico que no precisa actualizaciones ni reinvenciones: «El rey que rabió». La propuesta escénica provenía esta vez de Bárbara Lluch, que aquí se mueve hacia el territorio de lo imaginario y lo paródico. Lo que puede parecer un exceso tiene su sentido si se relaciona con la idea de inmadurez de la clase dirigente. La ropa y actitudes de los pastores, segadores y pueblerinos son sencillos y discretos, y resultan en un montaje inteligente si se mira más allá de la pirotecnia medida de su vestuario, y que sabe divertir sin renunciar a su velada crítica social. En el reparto destacó Rocío Ignacio no solo por su prestación vocal sino por su presencia escénica. Su amor, a pesar del jaleo de los alrededores, fue creíble en todo momento. Enrique Ferrer convenció sin acabar de seducir, lastrado por un canto con un punto menos de gradación dinámica de lo deseable. Los alocados secundarios trasladaron al absurdo la obra, algo que dado su montaje era la solución más lógica, destacando Amoretti y Zapata por su vis cómica. López Reynoso tuvo un arranque algo dubitativo con la ORCAM, pero supo controlar los desajustes del estreno e ir subiendo la temperatura de la partitura de Chapí, que desliza bajo su aparente ligereza momentos musicales brillantes.