CEREBROS COLAPSADOS
Sí,Sí, ya se que las nuevas tecnologías son algo maravilloso, pero yo tengo el cerebro derretido. Y no es la edad, que también, ni siquiera mi falta de pericia en su manejo, es que no se puede vivir haciendo seis tareas a la vez. Y así vivo yo, desde que tengo en el «esmarfon» el «wasapp», el correo electrónico, las redes sociales, los sms, las llamadas telefónicas, la prensa, el tiempo, las operaciones bancarias…, todos y cada uno con sus alarmas correspondientes, vivo desconcentrada, mareada, atontada. Voy al teléfono a mirar la hora y jamás miro la hora. Porque me han entrado unos mensajitos de Facebook que me interesan más que la puñetera hora. O porque un aviso me comunica que ha ocurrido algo muy importante en el mundo. O porque tengo emails sugerentes en mi bandeja de entrada. Así que, aunque sea en la mitad de un cruce con el semáforo en ámbar, no puedo evitar ir a saber quién me reclama, para qué me escriben, por qué quieren algo de mí. Cuando he terminado de revisar los mensajes, generalmente insignificantes, me doy cuenta que no sé qué hora es, no lo he mirado. Me esfuerzo, entonces, en volver a mirar el teléfono concentrándome ahora en la hora. Y veo que, efectivamente, voy tarde. Voy tarde porque me he distraído un rato en absurdeces. Y haré esperar a otros inocentes que, por cierto, estarán entretenidos con sus «esmarfons» mientras llego. El problema más arduo es que atender a tantas señales, de diferentes asuntos, en diferentes lugares, hace que nuestro cerebro se bloquee, no pueda leer bien, no asimile la información, no recuerde, no razone, enferme de desasosiego. Porque estamos confundiendo su gran capacidad para hacer varias cosas, sin darnos cuenta de que la tiene, sí, pero que ha de hacerlas una por una y no todas a la vez.
Así estamos, tan desatentos que llenamos lo cotidiano de despistes que perturban nuestra salud y trabajo, y la de los otros. Con el cerebro colapsado y corto de memoria.