La Razón (Cataluña)

Lo verde tiene un precio, la luz el paro

Pedro Sánchez quiere ser el abanderado de la generación y consumo de energías verdes, aplaudido por una mayoría de la población que quizá sea menos consciente de que también es caro. Nada nuevo bajo el sol, lo bueno suele ser caro

- JESÚS RIVASÉS

PedroPedro Sánchez, más allá de que en los últimos tiempos parecen crecerle los enanos, lo quiere todo. También ser uno de los gobernante­s «más verdes» del mundo. Al mismo tiempo, para tener contenta a la parroquia, insiste en que pretende reducir el precio de la luz, al menos para los particular­es, porque nada indica que le preocupe que suba para las empresas. El problema es que, en ocasiones, el inquilino de la Moncloa inicia proyectos incompatib­les entre sí. El nuevo sistema tarifario eléctrico, alumbrado por el equipo de la vicepresid­enta Teresa Ribera, que no recomendar­ía a su madre planchar de madrugada para beneficiar­se de la mejor tarifa, es un ejemplo paradigmát­ico. El Gobierno ha hecho coincidir la entrada en vigor de las nuevas tarifas, que han generado un desconcier­to general, con el anuncio de un anteproyec­to de ley que penalizarí­a seriamente los resultados de las compañías eléctricas si sale adelante. El precio de la luz, con la fórmula recién implantada, no solo no bajará para los particular­es, sino que subirá, salvo que adopten unos cambios de conducta y consumo radicales y, a veces, incompatib­les con las rutinas habituales de una familia. El recibo no miente, y en un par de meses se comprobará.

El anuncio de una ley que castigaría, es así, a las eléctricas, supuso una caída importante de la cotización en bolsa de Endesa –la más afectada–, Iberdrola y, en menor medida, Acciona. El valor de las compañías que dirigen José Bogas, Ignacio Sánchez Galán y José Manuel Entrecanal­es se desplomó más de 3.500 millones, con el aplauso y el jolgorio público de algunos palmeros gubernamen­tales. El nuevo sistema tarifario y los planes «antieléctr­icas», más allá de su virtualida­d, se justifican por parte del Gobierno en la construcci­ón de un mañana idílicamen­te verde, un objetivo amable y el sueño de buena parte de la sociedad.

Los responsabl­es del Gobierno y los mayores adalides de lo verde explican que ese objetivo tiene un precio, y que ese precio es muy caro, lo que no significa que no se pueda o se deba pagar. La luz sube porque la que no se puede producir por métodos verdes, es decir, de forma eólica, solar o similar, hay que generarla –descartada la opción nuclear– con los sistemas tradiciona­les que producen cantidades importante­s de CO2. La solución, hipócrita, que han ideado los gobiernos europeos –y que Sánchez pidió endurecer desde su llegada a la Moncloa–, es que las empresas paguen una penalizaci­ón por lanzar a la atmósfera el maldito CO2. En la práctica, significa que generar se paga por2unos CO » y esos derechos derechos para se compran y se venden en un mercado, el Sistema de Comercio de Emisiones (ETS), que controla la Comisión Europea que, en última instancia, preside Ursula von der Leyen. Pues bien, el precio de esos derechos se ha disparado. Muchas empresas, no solo eléctricas, sino industrial­es temen ser penalizada­s en el futuro e incluso ver amenazada su actividad y se han lanzado a comprar esos derechos y claro, han empezado a repercutir ese coste extra en sus precios, incluido el de la luz, que es quizá lo que los paladines de lo verde explican menos. El futuro verde es posible y también deseable, pero tiene un precio, un precio que durante bastantes años será caro y que unos pagarán con más agrado que otros, pero «no hay comida gratis», dicen los anglosajon­es, expresión similar al castizo «nadie da duros a cuatro pesetas».

El intento de castigo a las eléctricas, que a la larga supondrá menos inversione­s y peor servicio, esconde también las necesidade­s recaudator­ias del Estado, que ingresaría alrededor de 1.500 millones de euros sin costes aparentes de opinión, sino incluso con aplausos. Por otra parte, casi al mismo tiempo, los datos de paro del mes de mayo le han dado una alegría al Gobierno, a la «vice» Yolanda Díaz y a todo el país en general. El desempleo cayó en casi 130.000 personas y la afiliación a la Seguridad Social subió en 211.000 cotizantes. Los próximos meses también serán buenos, aunque ahora llega la incertidum­bre del turismo británico constreñid­o por su propio Gobierno. Sin embargo, ojo con lanzar las campanas al vuelo, porque todavía hay medio millón de personas en ERTE y más de un 39% de paro juvenil. Lo verde tiene un precio y es caro y Sánchez, en la Moncloa, lo quiere todo.

Las nuevas tarifas eléctricas, que no es obvio que sean más baratas, llegan junto con un ataque a las eléctricas»

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