Perú se asoma al comunismo a falta de contar el voto extranjero
El izquierdista Pedro Castillo encabeza el escrutinio por un escaso margen sobre la candidata conservadora Keiko Fujimori gracias al voto rural, pero falta el extranjero
Perú seguía el lunes contando los votos de la igualadísima segunda vuelta de su elección presidencial. Y las últimas cifras, aún provisionales, alentaban las esperanzas del candidato del partido marxista Perú Libre, Pedro Castillo. Las cosas no podían estar más apretadas. Con el el 94% de los votos escrutados, Castillo suma un 50,1% de los votos frente al 49,9% de Keiko Fujimori. No eran buenas noticias para la candidata conservadora, que veía la ventaja con la que se acostó el domingo consumirse poco a poco. La Oficina Nacional de Procesos Electorales de Perú (ONPE), que gestiona los comicios en el país, cuenta siempre primero los votos de las zonas urbanas y costeras, más propensas al fujimorismo. Los votos que faltaban por contar y registrar al cierre de esta edición eran los del campo y la sierra, zonas aisladas y empobrecidas que todos los pronósticos sitúan como favorito a Castillo, un maestro de escuela rural.
El desenlace definitivo, en cualquier caso, aún puede hacerse esperar. Muchos de los centros de votación aún no computados se sitúan en áreas montañosas mal comunicadas y eso hará que, previsiblemente, la parte final del recuento sea la más lenta. Hernán Chaparro, director del Instituto de Estudios Peruanos, dijo que «posiblemente no tengamos un resultado claro y definitivo hasta bien entrado el martes».
Después de una campaña de máxima tensión, marcada por las acusaciones de Fujimori a Castillo, al que el fujimorismo atribuye vínculos con el terrorismo de Sendero Luminoso y la supuesta intención oculta de convertir a Perú en una nueva Venezuela con sus propuestas nacionalizadoras, la jornada de votación discurrió en relativa calma.
Al conocerse las primeras cifras, ligeramente favorables a Keiko Fujimori, simpatizantes de izquierdas de Perú Libre se concentraron junto a la sede de la ONPE en Lima, fuertemente custodiada por la Policía, al grito de «No al fraude». El Ejército informó de que había dispuesto el relevo de un grupo de militares que habían aparecido en un vídeo difundido en las redes sociales pidiendo el voto para Castillo. Días antes, el alto mando militar había recordado en un comunicado que se mantendrá neutral en el proceso. Pese a episodios aislados como estos, la situación general en el país fue de calma, a la espera de conocer el recuento definitivo de la ONPE.
Ambos candidatos se comprometieron a reconocer el veredicto de las urnas, y Fujimori llamó desde Lima a la «unidad y la reconciliación» en un país marcado por la división política y la polarización. Castillo, que siguió la jornada desde la pequeña localidad andina de Tacabamba, donde ha trabajado durante años como maestro de escuela rural, llamó desde Twitter a sus seguidores y a los representantes de Perú Libre en los colegios electorales a vigilar la limpieza del recuento electoral. El candidato de izquierda cuestionó alguna actuación de la ONPE durante la jornada del domingo, pero al filo de la medianocheapareciómegáfonoenmano para afirmar que no tenía dudas de que se iba a «respetar la voluntad del pueblo».
No es la primera vez en la historia reciente de Perú que la presidencia se dirime por unos pocos miles de votos. Ya el último intento de Keiko Fujimori de llegar al poder, frente a Pedro Pablo Kuczynski en 2016, se frustró por el estrecho margen de 42.000 papeletas. También entonces, Fujimori arrancó el escrutinio en cabeza para ver finalmente cómo se evaporaba su ventaja.De confirmarse la victoria de Pedro Castillo, se trataría de la tercera derrota electoral de la heredera del polémico clan Fujimori en unas elecciones presidenciales. Antes de perder con Kuczynski en 2016, lo hizo frente a Ollanta Humala en 2011.
Si pierde otra vez, Keiko Fujimori afrontará un proceloso horizonte político y legal. Acusada de financiar ilegalmente a su partido, Fuerza Popular, con dinero de la constructora brasileña Odebrecht, que ha confirmado haber pagado sobornos a políticos latinoamericanos y estadounidenses, la Fiscalía pide para ella 30 años de cárcel. Si no es desde el palacio presidencial, tendrá mucho más difícil para frenar las investigaciones e iniciativas en su contra y podría volver a la cárcel, por donde ya ha pasado dos veces. La última estuvo 16 meses en prisión preventiva mientras avanzaba la investigación.
Para muchos en Perú, la mayor de los hermanos Fujimori simboliza la pervivencia del oscuro legado de su padre, que en 1992 dio un golpe de Estado y cumple condena por delitos de corrupción y la creación de escuadrones de la muerte que durante su gobierno (1990-2000) asesinaron a civiles sospechosos de simpatizar con Sendero Luminoso.
Los analistas señalan que en esta elección muchos votos a Castillo han sido en realidad una protesta contra el fujimorismo. El candidato de Perú Libre aboga por una nueva Constitución y la «recuperación» de la riqueza nacional, lo que recuerda de manera inquietante al programa con el que Chávez llegó al poder en Venezuela. Aunque está por ver que Pedro Castillo, hasta hace poco un total desconocido, vaya a tener los apoyos en el Congreso y el capital político necesario para sacar adelante reformas de calado que plantea. Sea quien sea el nuevo presidente, tendrá como primer objetivo que Perú supere la pandemia. Es el país con la mayor tasa de mortalidad reconocida del mundo. Después, llegarán los retos de la estabilización política y la recuperación económica. Ni para Fujimori ni para Castillo serán esas tareas fáciles.
Temor a que el candidato que pierda no reconozca los resultados, a pesar de que ambos han hecho llamamientos a la calma