La Razón (Cataluña)

«Utilizar las palabras para despertar emociones es una barbaridad»

En «Etimología­s para sobrevivir al caos» revela la raíz de los vocablos para ayudarnos a reconocer sus tergiversa­ciones

- J. Ors

EnEn este mundo de indefinici­ones, la italiana Andrea Marcolongo ha escrito un libro para recuperar las raíces de las palabras y mostrarnos de dónde vienen. En esta sociedad, donde los términos, más que para disipar las sombras, se usan para ocultar la realidad, ella ha decidido devolverno­s en «Etimología­s para sobrevivir al caos» (Taurus) un conjunto de vocablos limpios de prejuicios. Un viaje por la lengua que enriquece el caudal de connotacio­nes, que ayuda a huir de un habla imprecisa y que, a la vez, supone el redescubri­miento de historias olvidadas. –Hoy se retuercen las palabras. –Las raíces de las palabras tienen que ver con el pensamient­o que representa­n. Estudiarla­s tiene una relación con amar la capacidad de pensar.

Las palabras cambian porque nosotros cambiamos. Si peligran, tenemos que identifica­rlo como un signo de la fragilidad de la manera de pensar de la época. Hay que meditar de una forma objetiva y hacer el esfuerzo de encontrar los términos adecuados para que cada vocablo equivalga a una idea y no se vacíe.

–¿Una cultura puede resucitar por sus palabras?

–Sí, se puede resucitar el pensamient­o de hace 2.000 años. Este libro es una declaració­n de amor hacia eso. Supone traer a nuestros días la belleza de pensar como mediterrán­eos. El mundo anglosajón se ha puesto de moda hace poco. Es una moda económica que ha colonizado nuestra manera de ser. Resulta respetable, pero no es lo nuestro. Los mediterrán­eos no somos hijos del sistema capitalist­a. No nos levantamos diciendo qué tenemos que producir hoy. Somos hijos y herederos de la belleza y la alegría de vivir. Con una pandemia es más difícil, pero esa alegría está en nuestra forma de pensar. Me refiero al goce, al buen humor. Nuestra mentalidad está más volcada para crear. Es lo que hay en las culturas mediterrán­eas.

–Las palabras se usaban para llegar a la verdad. ¿Y ahora? –Los intelectua­les tienen una responsabi­lidad, sobre todo, cuando baja el nivel cultural. La cultura es política y, al descender su nivel, más se debilita la forma de pensar. Creo que las personas tienen ganas de pensar.

–Pero hay una uniformiza­ción del lenguaje.

–Hay que luchar contra ello sin ceder a la comodidad ni mirar a las pantallas o tomar por cierto lo que nos digan. Oímos declaracio­nes de políticos, pero también palabras para desmontar esas declaracio­nes si son incorrecta­s. Los intelectua­les en este caso tienen una responsabi­lidad clara. –¿Se están descuidand­o las humanidade­s?

–Me encantaría que en los colegios se enseñaran las lenguas clásicas, pero la educación se ha convertido en una mera formación para trabajar. Se crean trabajador­es, no ciudadanos. Esta es la responsabi­lidad principal de los políticos antes que otra cosa: mejorar el estado de su sistema educativo. –Precisamen­te, dedica una de las entradas de su libro a la palabra «libertad».

–Es la que hoy urge más recuperar, porque la libertad no es anarquía, no es decir: «Ahora hago lo que quiero». Libertad es el derecho de elegir a dónde vas y dónde quieres estar, porque siempre tienes que estar en un sitio. Me da miedo cómo en ocasiones se utilizan las palabras en política. A veces se emplean para despertar una emoción, pero luego pasan página y se olvidan de cómo las han usado. Cuanto más empobrecem­os las palabras, más necesidad tenemos de gritar más fuerte otras para que impacten en la gente. Cuando «emergencia» ya no es suficiente, pasamos a «guerra».

–Y es un uso equivocado. –Utilizar las palabras para despertar emociones es una barbaridad. Es como gritar a alguien en lugar de hablarle. Es mejor que las palabras se empleen para hacer pensar y que después cada uno decida en libertad.

–Son un arma política.

–No son únicamente cosas preciosas. Son un acto político desde Grecia hasta nuestros días. George

«La ignorancia hoy es un valor y cuanto menos pulido hables, más estás de moda y más aceptado eres entre los demás»

Orwell ya dice que lo primero que hace un dictador es cambiar las palabras.

–¿Hay pereza al hablar?

–El lenguaje no es de un gran nivel en algunos programas de televisión, pero el problema es general. Hoy en la ignorancia se ha encontrado un valor. Parece que cuanto menos pulido hables, estás más de moda y eres más aceptado. Hace dos generacion­es, nadie que no fuera médico se atrevía a decir a un doctor que no tenía razón en un asunto sanitario. Ahora tenemos la dictadura de la opinión.

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ALBERTO R. ROLDÁN

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