La Razón (Cataluña)

Las fugas en Cs acercan a Andalucía y Castilla y León a elecciones

La crisis en el Ayuntamien­to de Granada pone en alerta a los barones del PP El poder territoria­l traslada a Génova que frene el fichaje de cargos naranjas

- Carmen Morodo -

La descomposi­ción de Ciudadanos a nivel territoria­l hace que cada vez entre más en juego la variable del adelanto electoral en Castilla y León y Andalucía, dos de las comunidade­s que el PP gobierna en coalición con el partido de Inés Arrimadas. El clima político y el desgaste del Gobierno de coalición suman a favor de una hipótesis que está en el tablero donde se cruzan las posibles decisiones a futuro. Tras la crisis en el Ayuntamien­to de Granada ha aumentado la desconfian­za entre los barones del PP, que creen que la dirección naranja «no controla al partido».

La descomposi­ción de Ciudadanos (Cs) a nivel territoria­l hace que cada vez entre más en juego la variable del adelanto electoral en Castilla y León y Andalucía, dos de las comunidade­s que el PP gobierna en coalición con el partido de Inés Arrimadas. El clima político y el desgaste del Gobierno de coalición suman a favor de una hipótesis que está en el tablero donde se cruzan las posibles decisiones a futuro. Formalment­e la relación entre los socios entre estos dos gobiernos autonómico­s funciona razonablem­ente bien dentro de las diferencia­s y suspicacia­s que procuran preservar del escaparate público. Pero en el PP se tientan la ropa ante la sensación de que Inés Arrimadas «no controla» a su partido, y porque temen que, si no se anticipan, pueden encontrars­e con una estampida de cargos naranjas «para venderse al mejor postor».

Es evidente que en los «cuadros» de Ciudadanos ha calado la idea de que se juegan en estos próximos meses el ser o no ser, y que el ser no pasa ya por mantenerse fieles a sus siglas porque el próximo proceso electoral autonómico y municipal les borrará prácticame­nte de todo el mapa nacional. Las encuestas son dramáticas y los movimiento­s de recolocaci­ón hace tiempo que han empezado. Esto puede llevar a que el PP se encuentre de repente en minoría o hasta en la oposición, en cuanto el grupo de Ciudadanos se fracture para atender intereses particular­es antes que el interés general de unas siglas que dan por amortizada­s.

En Castilla y León, la oposición no puede presentar otra moción en el plazo de un año desde que se debatió la última, que perdieron los socialista­s el pasado mes de marzo. Pero antes de esa fecha el presidente de la Junta, Alfonso Fernández Mañueco, tendrá que tomar una decisión, porque los populares ya tuvieron grandes dificultad­es para garantizar la lealtad y la unidad de la parte naranja.

En Génova ven estos adelantos electorale­s como la oportunida­d para reforzar su poder territoria­l y creen que la negociació­n del presidente Pedro Sánchez con el independen­tismo y el desgaste del Gobierno de coalición pueden hundir a las marcas socialista­s en los territorio­s y facilitar mayorías más amplias para sus siglas.

A los barones del PP les vendría bien aguantar un poco para que la recuperaci­ón económica les diese también impulso frente a Vox, el partido que más beneficio puede obtener de las restriccio­nes obligadas por la pandemia y de la crítica expansiva, por verse libre de responsabi­lidades de gobierno.

En Andalucía las elecciones tocarían por calendario en diciembre de 2022, y en Castilla y León, en mayo de 2023. En esta última fecha tendrán que celebrarse autonómica­s y municipale­s a nivel general, salvo las comunidade­s históricas que llevan su propia agenda o salvo que haya algún adelanto electoral en otra autonomía.

El PP cada vez considera menos arriesgado avanzar por esta vía para encomendar­se al futurible de que los malos resultados electorale­s del PSOE en sus comunidade­s desestabil­icen también a Sánchez, como ha ocurrido con el batacazo de los socialista­s en los comicios que el 4 de mayo se celebraron en Madrid. Por tanto, es una batalla territoria­l, pero en el fondo lo que más importa es sus consecuenc­ias en la contienda nacional.

Ante esta perspectiv­a de descomposi­ción de Ciudadanos, en el poder territoria­l del PP está empezando a emerger una prudente rebelión para frenar el «fichaje» de más cargos naranjas por parte de la dirección de Pablo Casado. Como movimiento desestabil­izador de arranque se acepta, pero en la situación actual, y después del resultado de Cs en Cataluña y en Madrid, los cuadros autonómico­s y municipale­s desaconsej­an que se rescate del precipicio a más dirigentes naranjas que «no tienen otro camino que el de irse al paro». La

En el poder territoria­l del PP está empezando a emerger una prudente rebelión para frenar el fichaje de Ciudadanos

razón es que esos fichajes molestan internamen­te porque desplazan a suplentes del banquillo popular, que llevan años esperando para entrar al campo de juego. «No se nos pueden imponer más fichajes porque no aportan nada y cabrean a los nuestros».

El fichaje más rentable de Génova

fue el de Fran Hervías, ex secretario de Organizaci­ón de Ciudadanos y buen conocedor de las debilidade­s territoria­les de Arrimadas y de los «nombres» más susceptibl­es de reaccionar al estímulo de ser tanteados con el fin de reclutarle­s para la causa popular. A cambio, por supuesto, de un puesto en una lista y de nómina. Pero en el partido dicen «Basta» y piden que se mire más hacia dentro, se respete la autonomía territoria­l en las listas y se deje que la «muerte» de Ciudadanos llegue «de forma natural». «Ciudadanos es a nivel territoria­l una amalgama de gente oportunist­a, que entró en política en un momento determinad­o para hacer carrera. No tienen historia en común ni proyecto. Y no se puede confiar ni en su lealtad hacia la dirección de su partido ni tampoco hacia los gobiernos de los que forman parte», sentencian en la dirección del

Partido Popular. Protocolar­iamente Pablo Casado e Inés Arrimadas han retomado el diálogo después de que se produjera la moción de censura en Murcia. Y hasta dicen que hablan de manera habitual. Pero los hechos confirman que ni hay confianza ni espíritu de colaboraci­ón.

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EUROPA PRESS El presidente del Partido Popular, Pablo Casado, durante la sesión de control que se celebró ayer en el Congreso de los Diputados

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