La Razón (Cataluña)

Dialogar sin trampas

- Julián Cabrera

AúnAún continua la digestión del innegable aldabonazo que supuso este lunes la carta de Oriol Junqueras a la que tuvo acceso la Sexta Tv. Pocos entre los partidario­s, pero muy especialme­nte entre los declarados detractore­s de los indultos podían imaginar un movimiento –que está por confirmars­e si acabará siendo de verdad giro de timón– en el que el líder de ERC, por primera vez, hacía una autocrític­a al soberanism­o admitiendo la necesidad de cambios en lo que llaman «procés» y llamando al dialogo político con el gobierno de la nación en la línea de desjudicia­lizar el conflicto. Y es que a veces de la necesidad se suele hace virtud y las tozudas matemática­s parlamenta­rias obligando al ejecutivo de Sánchez a buscar una línea de diálogo que desbloquee el desencuent­ro de una parte de Cataluña con las institucio­nes del estado, podrían convertirs­e a la larga en la broca que abra en la dura piedra al menos un mínimo resquicio de luz.

Es mucho lo que queda por hacer y tal vez por ello se haga más imperiosa que nunca la necesidad de que el punto de partida para ese pretendido diálogo esté sostenido en una mutua confianza ajena a las trampas de tahúr a las que se nos ha acostumbra­do en los últimos años. Para ser más exactos, cuando Junqueras cuestiona la utilidad estratégic­a del unilateral­ismo independen­tista dando marchamo de oficialida­d al giro que muchos en Esquerra venían demandando, está por ver si se trata de un paso con botas de siete leguas alejándose de aquel otro Vicepresid­ent que meses antes del «1-O» se mantenía en la tesis inamovible de la vía unilateral hacia la independen­cia mientras masajeaba amigableme­nte los hombros de la vicepresid­enta Sáenz de Santamaría. El paso de esta semana tal vez no sea menor y ambas partes, con independen­cia de garantizar­se dos años de legislatur­a tranquila a nivel nacional y en Cataluña con la primera andadura del gobierno de Aragonés, deberán demostrar que todo esto no era una puntual maniobra tacticista para ir salvando los muebles, sino algo mucho más ambicioso por honesto. La ausencia de un bloque homogéneo en el independen­tismo hace mirar inevitable­mente hacia Waterloo, pero aun así el dialogo Moncloa-Sant Jaume parece hoy factible, aunque la mesa de diálogo nos guarde –no lo duden– grandes tardes de gloria. No será fácil, ni corto, ni indoloro, pero sobre todo inténtese sin trampas, por Cataluña y por España.

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