Rafa siempre tiene la solución
Schwartzman le ganó un set, lo que no sucedía en Roland Garros desde la final de 2019, pero el mejor Nadal resurgió para vencer 6-3, 4-6, 6-4 y 6-0 y llegar a semifinales
Diego Schwartzman puede presumir de haber tuteado a Nadal en tierra y de ganarle un set para cortar la racha de 36 seguidos que llevaba el español en Roland Garros (desde la final de 2019 ante Thiem), pero no fue más allá. Claro que sólo dos jugadores en la historia han logrado derrotarlo allí, Soderling en 2009 y Djokovic en 2015. Por algo será. El rey de París supo sobrevivir en cuartos a los momentos de apuro ante el argentino y resurgió con su poderosa derecha para vencer 6-3, 4-6, 6-4 y 6-0.
El muro mental que supone la leyenda que tiene detrás el español en la central de Roland Garros es como comenzar 1-0 a su favor. Para afrontar un partido contra él la cabeza tiene mucho que decir. No da tregua Rafa y cada punto se disputa y se sufre. Por eso aunque Schwartzman logró equilibrar el break que había conseguido el zurdo en el sexto juego del primer set, sabía que eso no le iba a llevar a la tranquilidad. En un momento ya tenía más opciones de rotura el manacorense, para ponerse 5-3 y no temblar con el saque.
Diego Schwartzman había avisado: «Con calor aquí es casi imposible vencer a Nadal». E hizo calor. Pero el suramericano no es de los que se rinde fácilmente. Lo comprobó, por cierto, el público, que dio color a la pista Philippe Chatrier, casi 5.000 aficionados que gritaron, animaron y disfrutaron para hacer que el tenis se pareciera a lo que era antes de la pandemia. Aumentó un punto la agresividad el argentino en la reanudación e hizo daño a Nadal y le llevó a cometer algunos errores inhabituales. Se disparó 0-3 el «Peque», pero él era el primero en saber que eso no significaba nada. Siguió machacando Rafa con bolas altas a la zona de revés de su oponente, semiglobos a veces, e intentó atacar el argentino con tiros de arriba abajo, ajustó mal y en un momento el zurdo ya estaba ahí. Tiene mérito Schwartzman con sus apenas 1,70 metros, lejos del estereotipo actual de tenista que rondan los dos. Lo suple con una gran movilidad y anticipación. Sobre todo sufre con su saque, especialmente con el segundo. Pasó Rafa del 0-3 al 3-3 y el duelo entró en ebullición con algunos puntos de una gran belleza, en los que ambos demostraron que aparte de juego desde el fondo, tienen mano en la red y piernas para ir adelante y atrás. La derecha del balear seguía siendo un cañón cada vez que podía conectarla y Schwartzman hacía pupa cuando se metía en pista. El momento clave del pupilo de Chela fue cuando sacó con 4-4. Podía temblar, pero estuvo firme. La presión era para Nadal, que sacaba para sobrevivir y empezó dominando el punto con más intercambios intercambios del partido (25 golpes), pero terminó cediendo el break en un juego muy apretado. El duelo se puso 1-1.
Estaba con mucha moral Schwartzman, que empezó como un tiro el tercer parcial. Era la hora de resistir para Rafa. Mandaba en los intercambios el argentino, dudaba el español, pero, dicho está, no se va a dejar ir. Y además siempre encuentra soluciones. Se agarró a la pista en esos momentos raros, que no iban a durar mucho. No logró dar el tirón tirón el «Peque» y Nadal fue sacando cada vez mejor y tirando más a la zona de derecha de Schwartzman, donde comenzaba acumular fallos. Rafa tiraba con rabia en más de una y de dos ocasiones. Los «vamos» aparecieron en la Chatrier, previos a la rotura en el momento de la verdad del tercer set. El argentino empezó a hundirse mentalmente. Decía que no con la cabeza: con su nivel de antes no le dio para tomar ventaja y la cuesta que tenía delante ahora ya era enorme... Demasiado.