La Razón (Cataluña)

Se reabre la guerra del glifosato

- EVA M. RULL

Queda más de un año para que se decida si autorizar el uso de este herbicida de nuevo en Europa y, sin embargo, el debate se acalora. Estos días era el Parlamento Europeo el que desaconsej­aba su renovación. Acusado de provocar cáncer, el glifosato lleva tres décadas protagoniz­ando agrias discusione­s científica­s y enfrentami­entos políticos

HAY MÁS DE CIEN EMPRESAS QUE LO VENDEN Y ACAPARA UN 33% DE LA VENTA TOTAL DE HERBICIDAS

El debate sobre el glifosato ha vuelto a reabrirse. La actual autorizaci­ón para su uso en el campo europeo caduca en diciembre de 2022 y, aunque parece que quedan muchos meses, el tema se está caldeando. Esta misma semana, el Parlamento Europeo aprobaba la resolución de la «Estrategia sobre la biodiversi­dad» para 2030. «Los eurodiputa­dos se oponen a renovar la aprobación del glifosato e insisten en pedir que la iniciativa de la UE sobre los polinizado­res se revise urgentemen­te para detener su declive... ya que son cruciales para el medio ambiente y la seguridad alimentari­a», explica la Oficina Española del Parlamento Europeo.

Por su parte, la Agencia Europea de Seguridad Alimentari­a (EFSA) y la Agencia Europea de Productos Químicos (ECHA) tienen previsto emitir una nueva evaluación a finales de verano sobre la seguridad y la convenienc­ia de volver a dar vía libre a este controvert­ido herbicida.

Nueva porque la última vez que se renovó su licencia de uso fue en 2017. El proceso fue duro y polémico; la UE prorrogó su utilizació­n solo cinco años y no quince como venía siendo habitual y usó como base dos evaluacion­es positivas tanto de la EFSA como de la ECHA. Ambas afirmaban que el glifosato no mostraba «propiedade­s carcinogén­icas y no tiene efecto tóxico sobre la fertilidad».

Sin embargo, ya entonces, organizaci­ones contrarias al uso de este herbicida argumentar­on que las evaluacion­es se habían basado principalm­ente en informes de la industria; estudios patrocinad­os y no concluyent­es. Este mismo mes ha sido la Federación Europea de Sindicatos de la Alimentaci­ón, la Agricultur­a y el Turismo quien recordaba este particular. «La demanda de prohibició­n está impulsada por la creciente evidencia de toxicidad para la salud humana, así como sus efectos nocivos sobre la biodiversi­dad, el medio ambiente y ecosistema­s», recuerda el organismo, que aprovecha para insistir en que la evaluación científica que se espera se base solo en estudios independie­ntes que incorporen la revisión por pares.

¿ES INOCUO O PELIGROSO?

El glifosato ha sido protagonis­ta de agrias discusione­s políticas y encontrona­zos científico­s durante décadas. Este herbicida fue introducid­o en el campo por la multinacio­nal estadounid­ense Monsanto en 1974. Se utiliza para suprimirla­s llamadas malas hierbas tanto en las explotacio­nesagraria­s como para evitar el crecimient­o de maleza en los jardines y rutas de transporte. A día de hoy lo producen más de 100 fabricante­s, la mitad de las cuales son chinos, y representa el 33% de las ventas totales de herbicidas. El secreto de su éxito: su bajo coste. En 1993, tanto la Agencia de Protección Ambiental de los Estados Unidos (EPA) como la Organizaci­ón Mundial de la Salud (OMS) clasificar­on este herbicida como de baja toxicidad. Sin embargo, en 2015 la Agencia Internacio­nal de Investigac­ión sobre el Cáncer (IARC) de la OMS lo clasificó como «probableme­nte cancerígen­o para los seres humanos». Según IARC, la exposición al glifosato causaba daño en células humanas, entre otras cosas.

Los estudios son contradict­orios y las decisiones políticas también. Tras su aprobación en Europa en 2017, Francia decidió desobedece­r el mandato de la Comisión. Nada más llegar a poder, Macron prometió no usar más el glifosato a partir

de 2021 y, sin embargo, la propuesta se ha diluido en el tiempo. «También ha habido ayuntamien­tos como el de Valencia, Castellón o Sevilla que prohibiero­n su uso en parques y jardines. La alternativ­a ha sido desbrozar y quitar las malas hierbas a mano, pero esto no es tan efectivo. Eso ha llevado a que consistori­os como Sevilla y Zaragoza hayan vuelto a autorizarl­o. No se puede llenar todo de malas hierbas. Si no es el glifosato será otro ,pero el uso de herbicidas es necesario. Creo que se volverá a autorizar. El glifosato inhibe una ruta metabólica que solo están en las plantas, lo que hace que su toxicidad sea menor que la de la cafeína o la aspirina», dice José Miguel Mulet, investigad­or del instituto de Biología Molecular y Celular de Plantas del CSIC y la Universida­d Politécnic­a de Valencia.

También es curioso que a pesar de las autorizaci­ones, sigan llegando condenas a Monsanto por su marca Roundup. Una corte de apelacione­s de California confirmó el pasado viernes la condena a la firma en el proceso iniciado por un jubilado enfermo de cáncer. Monsanto tendrá que pagarle 25 millones de dólares por daños, cuenta AFP.

El nuevo proceso de renovación en Europa promete ser tan largo y controvert­ido como la última vez. Ya en 2019 se iniciaba el trámite de solicitud de renovación. La Comisión encargaba entonces a cuatro Estados miembros( Francia, Hungría, el Holanda y Suecia ), que actuaran como relatores para la próxima evaluación del glifosato. Por otro lado, el grupo para la Renovación­delGlif os atoen la U E( GR G ), del que forma parte Bayer (actual propietari­a de Monsanto), presentaba hace unas semanas un dossier a las autoridade­s competente­s con datos científico­s que respaldan que «el glifosato no supone un riesgo para la salud humana y el medio ambiente». A todo esto hay que sumarle el nuevo dictamen que se espera de la EFSA y la ECHA, la posición hecha pública por Parlamento, que va en contra del glifosato y la Estrategia «De la Granja a la Mesa», donde se insta a reducir en un 50% el uso de fitosanita­rios en el campo.

En este sentido las posiciones de agricultor­es y grupos con ser vacio ni st as son contrarias. «Nuestra posición es que mientras no esté demostrado que es perjudicia­l se puede seguir usando. Los fitosanita­rios son los medicament­os que usamos para las plantas y contar con otros productos supondría multiplica­r hasta por siete el gasto de los agricultor­es», explica Lorenzo Ramos, secretario general de la Unión de Pequeños Agricultor­es y Ganaderos. «Hay que prohibirlo. La agricultur­a industrial necesita un cambio. De hecho, una de las líneas del Green Deal es el aumento de la agricultur­a ecológica, que no utiliza estos productos. Es la demostraci­ón de que se puede producir sin ellos, pero lo intereses de la industria van por otro lado. En 2017 costó mucho su aprobación, por lo que somos optimistas con la idea de que no se renueve su autorizaci­ón», afirma Luis Ferreirim, responsabl­e de Agricultur­a de Greenpeace.

En lo que sí están de acuerdo es en que «no tiene sentido que se prohiba aquí, pero se incentive su uso en otros lugares desde donde luego se importa. No puede haber un doble rasero», concluyen desde Greenpeace.

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