La música del martirio
Director: Paavo Westerberg. Guion: Emmi Pesonan y P. Westerberg. Intérpretes: Matleena Kuusniemi, Olavi Uusivirta, Kim Bodnia. Finlandia, 2018, Duración: 124 minutos. Drama.
En películas como «La pianista», «La profesora de piano», «Whiplash» o la que nos ocupa, la música es un ideal tan bello que solo puede alcanzarse andando descalzo por un camino tapizado de cristales rotos. La música es una bendición y un martirio, y en los que la practican se combina la frialdad programática del entreno de un deportista olímpico con la sensibilidad herida de un artista que anhela una perfección que solo está al alcance de los dioses. Cuando Karin sufre un desagraciado atropello que trunca su carrera como violinista de élite, sabemos que la película se organizará alrededor de su trauma. Ha dejado de ser un dios, y ahora ha de buscar víctimas a quienes transmitir su don. Su relación amorosa con un alumno aventajado parecerá ponerla en una situación de vulnerabilidad, aunque la película pronto cambie de opinión, revelándola como una reina de la manipulación, un poco a su pesar. Es justo lo que falla en «La violinista»: su protagonista es mucho menos interesante de lo que aparenta, y su maquiavelismo no despierta ni fascinación ni piedad. Tampoco brilla su partenaire romántico, que perderá magnetismo a medida que el guion se hace incomprensible, incomprensible, y se quede supeditado al rol del aprendiz de violinista que tendrá que sufrir las mil y una para sacar el talento que su cobardía había enterrado en una pátina de prepotencia.