La Razón (Cataluña)

En la tierra desolada

- Abel Hernández

DespuésDes­pués de lo de Colón me refugié en el último libro de Fermín Herrero, segurament­e el mejor poeta castellano de su generación. El nombre que le ha puesto, «En la tierra desolada», se refiere, con un lenguaje claro como la sierra azul de Oncala, rural y descarnado, al paisaje vacío y solitario de las Tierras Altas de Soria, donde él y yo nacimos; pero se presta, no me lo negarán, a trasposici­ones interesant­es, aunque no fuera esa su intención, o quién sabe. Uno tiene la tentación de aplicar algunas revelacion­es luminosas al bochornoso momento político de España. Por ejemplo, miren cómo empieza este poema: «Hay muchas formas de comprar / el silencio, de sacudir las alfombras , de estar / a bien con el que manda…» No dirán que no es evocador de lo que está pasando, sobre todo en una parte notable de los medios y de la intelectua­lidad. Observen la sumisión perruna de lo más florido del centenario Partido Sonada cialista. No les pierdan ojo a los instalados

Y hablando de indultos y promesas, fíjense en los siguientes versos del mismo poema y que alguien de arriba se aplique el cuento: «…Dije la noche azul, el viento / verde y una mentira lleva a otra y a otra / y con su mismo espanto acaba convirtién­dose / en naturalida­d, sin rebullir apenas. Es / entonces cuando vemos la soga en la mano / tendida, cuando vemos que es lo que era». Más claro, agua. Fíjense lo que había declarado Pedro Sánchez hace un año: «Nunca más habrá indultos por motivos políticos (…) No tiene ningún sentido que un político indulte a otro y yo siento vergüenza de eso y pido perdón a la ciudadanía porque yo también me cabreo con eso; hay que acabar con los indultos políticos». Hizo bien Trapiello en recordarlo en Colón para que conste y las palabras no se las lleve el viento.

También recorre Herrero las ruinas de los pueblos oscuros, con las techumbres hundidas por el abandono, las mujeres enlutadas que no levantan la vista del suelo, encorvadas, y los perros flacos en las calles…Ante tanta desolación, asomados al barranco, se impone «no pensar y guarecerse, no pensar. Toda prudencia / es poca, no asomarse. Que no se sepa / cuánto tenemos que callar, ni siquiera / trasmitírs­elo a quien se lo merece». El desamparo es hoy el estado natural de España.

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