La Razón (Cataluña)

PROVIDA CRIMINALIZ­ADA

- José Luis Requero José Luis Requero es magistrado

CreíCreí que era un bulo. Me refiero al propósito de criminaliz­ar a esos voluntario­s provida que delante de los abortorios ofrecen a las mujeres que allí acuden ayuda y consejo para que no aborten o que, simplement­e, se concentran en favor de la vida. Pues, inocente de mí, nada de bulo: el Boletín Oficial de las Cortes ya ha publicado una infame iniciativa, la proposició­n de ley orgánica para modificar el Código Penal y «penalizar el acoso en las mujeres que acuden a clínicas para la interrupci­ón voluntaria del embarazo».

Una reforma al gusto de la Asociación de Clínicas Acreditada­s para la interrupci­ón del embarazo, la patronal del negocio cuyo objeto social es destruir vidas de no nacidos. Dirán que nada de eso, que extirpan «conglomera­dos de células», «productos de la gestación» y allí quedan «residuos clínicos» no fetos muertos. Una vez más se cosifica o animaliza al ser humano que se quiere eliminar: los nazis llamaban cucarachas a los judíos; los comunistas, ratas a sus enemigos; en fin, ETA, perros a policías y guardias civiles.

No es nuevo que el poder rescate a la patronal de los que se enriquecen con semejante negocio. En 2010 se legalizó lo que, de hecho, era el aborto libre y que había erigido a España –son palabras del Consejo de Estado– en paraíso del turismo abortista. Las cosas pintaban mal cuando jueces y policías empezaron a adentrarse en ese negocio, acudieron al gobierno y éste convirtió sus prácticas impunes en ley. Por cierto, ahora que puja al alza la transparen­cia, levantar velos y hasta de regular lobbies, sería bueno indagar la mezcolanza de políticos con mercaderes el aborto.

Pero no bastaba la impunidad y se dio a su siniestro negocio un toque de distinción construyén­doles lo que ahora se llama un relato: una madre que acaba con la vida del hijo que espera ejerce un derecho, actúa desde su autonomía y dignidad como mujer. Ahora la proposició­n de ley vuelve envolverse en la libertad e intimidad de las mujeres y los mercaderes del aborto se parapetan de nuevo en ese relato de manera que quien disuada a la mujer de abortar es un verdadero enemigo público, una amenaza para las libertades. Es la perversión llevada al BOE.

No hay denuncias, tampoco condenas, pero dice la proposició­n que los provida acosan a las mujeres. En teoría la mujer antes de abortar debe recibir informació­n sobre el paso que va a dar y la realidad es que ese asesoramie­nto no es disuasorio de un mal cierto: es vano cuando no anima a abortar o lo presenta como un acto higiénico. Lo que enoja es que espanten el negocio aquellos que sí muestran a esas mujeres la realidad y gravedad de lo que van a hacer, de ahí que haya «acosadas» que abandonan su propósito cuando se les explica eso y se les ofrece ayuda.

Y de nuevo el Código Penal como arma de transforma­ción social y de reforma indirecta de la Constituci­ón. Hace pocas semanas hablaba del Código como «Constituci­ón negativa». La positiva proclama derechos y libertades, la negativa –el Código Penal– surte el mismo efecto por otras vías: los pone en valor castigando a quienes los atacan. A golpe de reforma penal se van asentando otros principios o valores ideológico­s o se derogan valores y derechos constituci­onales simplement­e desprotegi­éndolos o persiguien­do al adversario ideológico: ahora se criminaliz­a a los movimiento­s provida o se despenaliz­a la «okupación» o las practicas gansterile­s de piquetes que, por cierto, no acosan; o se desmonta el delito de sedición o se legaliza la eutanasia, o se propone castigar a quien sostenga una versión de la historia distinta de la oficial, etc.

Va a entrar en vigor la ley de la eutanasia e imagino al criminaliz­arse a los provida se tendrá por acosadores a policías o bomberos que disuadan a un suicida para que no se lance al vacío: deberán respetar su derecho o, quizás, aconsejarl­e que no monte el numerito, que el Estado pone a su disposició­n exterminad­ores que, con aseo y discreción, pueden liquidarle. En fin, es el gobierno de la cultura de la muerte, algo demasiado siniestro y repugnante para ser verdad. Pero lo es.

«De nuevo el Código Penal como arma de transforma­ción social y de reforma indirecta de la Constituci­ón»

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