La Razón (Cataluña)

LA TUMBA DEL GENERAL TOJO

- Manuel Calderón

ElEl problema siempre son los muertos, tan callados. Se buscan sus restos para encontrar plomo en los pulmones o demasiada sangre en el corazón. Que hablen para decir la última verdad, la que nadie sabe. El cuerpo del general Hideki Tojo, primer ministro y cabeza pensante de la maquinaria militar del imperio japonés, fue incinerado después de su ejecución en la horca en diciembre de 1948. Fue, junto a otros altos militares, juzgado tras la derrota de Japón en la Segunda Guerra Mundial. Ahora se ha descubiert­o la ubicación de los restos de Tojo, esparcidos en el Océano Pacífico, a unos 50 kilómetros de Yokohama. Esa fue la manera de evitar que el que ya era un ídolo para muchos japoneses acabase siendo un objeto de culto y de peregrinac­ión. Educado en la estirpe de los guerreros nipones donde el honor es tan importante como la victoria -se intentó suicidar tras su detención sin conseguir matarse-, matarse-, fue de una crueldad extrema en la invasión de Manchuria, donde dejó rastro de la implacable implantaci­ón de Imperio del Sol. La documentac­ión desclasifi­cada hace algo de justicia con Tojo, derivando también la responsabi­lidad en el emperador Hirohito, que permitió que se pusiera en marcha una maquinaria militar imponente. Con fecha 23 de diciembre de 1948, el Mayor del Ejército de EE UU Luther Frierson escribió: «Certifico que recibí los restos, supervisé la cremación y esparcí personalme­nte las cenizas de los siguientes ejecutados por crímenes de guerra en el mar desde una avión». Así desapareci­ó Hideki Tojo en el gran océano que quiso conquistar.

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