La intensidad del rebote
El Banco de España ha revisado al alza sus previsiones de crecimiento de España para 2021, 2022 y 2023. Concretamente, nuestro PIB se expandirá un 6,2% durante 2021 –frente al 6% estimado inicialmente–, un 5,8% en 2022 –frente al 5,3% aesperado aesperado inicialmente– y un 1,8% en 2023 –frente al 1,7% inicial–.
La revisión al alza responde esencialmente a la rapidez con la que la actividad está regresando con fuerza toda vez que el virus está retrocediendo: habida cuenta de cuánto estamos creciendo durante los últimos meses, resulta previsible que crezcamos algo más de lo previsto durante el resto del año. El dato no debería ser especialmente sorprendente para nadie –siempre bajo el supuesto de que la pandemia permanezca bajo control–: el mero efecto rebote –normalización de la actividad– con respecto al calamitoso 2020 ya imprimirá un alto crecimiento por sí solo; si a ello le sumamos la movilización para el consumo del ahorro privado acumulado precaucionariamente durante los meses anteriores y también el alza de la inversión privada –derivada de las inversiones suspendidas en 2020 y del efecto acelerador que supondrá el antes mencionado aumento del consumo–, contamos con un buen cóctel para que el crecimiento durante lo que queda de año y también en 2022 sea intenso. Súmenle a ello la influencia a corto plazo de los fondos europeos –que el gobierno deliberadamente ha concentrado en 2021 y 2022 para inflar todavía más la sensación de recuperación– y entenderán perfectamente por qué es muy probable que vayan a venir dos años de aparente bonanza. Y permítanme resaltar el adjetivo de «aparente» por dos razones.
Por un lado, pasados 2021 y 2022 regre
saremos, según el Banco de España, a los mediocres ritmos de crecimiento pre-pandemia: apenas el 1,7% interanual. Por otro, porque estos años de aumento acelerado del PIB se alimentarán en gran medida sobre la base de la deuda pública, lo cual significa que tendremos que empezar a apretarnos el cinturón a medio plazo.
El propio Banco de España ha revisado también al alza su previsión de déficit público, desde el 7,7% del PIB al 8,2%, lo que significa mayores ajustes futuros –que también otea en el horizonte el propio Banco–. En definitiva, el breve periodo de crecimiento intenso que vamos a atravesar será meramente un espejismo preelectoral antes de que regresemos a la realidad cargados con muchos más pasivos financieros sobre nuestras espaldas. Nuestro país mantiene todos sus problemas estructurales prepandemia más los daños y la deuda que se haya acumulado durante la misma. Solo el rebote del gasto privado y la orgía de gasto público conseguirán maquillar la mala situación hasta que nos demos cuenta de que nada realmente ha cambiado.