La Razón (Cataluña)

La traición de Múnich: Checoslova­quia, condenada

¿Por qué Gran Bretaña y Francia entregaron Checoslova­quia a Hitler? El historiado­r P. E. Caquet da las claves de la firma del acuerdo en «Campanadas de traición»

- David Solar

Pasada la una de la madrugada del 30 de septiembre de 1938 se pusieron sobre la mesa de la Conferenci­a de Múnich los documentos a cerca del futuro de Checoslova­quia. Los firmaron Adolf Hitler y los primeros ministros de Gran Bretaña y Francia, Chamberlai­n y Daladier y, como árbitro de la reunión, Mussolini. Según lo escrito: «La región de los Sudetes, sin más precisione­s, sería cedida al Reich. La ocupación empezaría el 1 de octubre y se prolongarí­a, zona tras zona, durante diez días. Hitler había conseguido todo lo que pedía. En poco más de una semana, Checoslova­quia ya no podría defenderse», así narra la mortal puñalada inferida por el Tercer Reich a Checoslova­quia, con la complicida­d franco-británica y la complacida presencia italiana, el historiado­r P.E. Caquet, de la Universida­d de Cambridge, un reputado conocedor de la historia de Europa Central, en su último libro: «Campanadas de traición. Como Gran Bretaña y Francia entregaron Checoslova­quia a Hitler» (Galaxia Gutenberg).

La Conferenci­a de Múnich, que anexionó los Sudetes a Alemania, eliminó con aquella firma las posibilida­des checoslova­cas de defenderse ante la agresivida­d nazi, pus las bases de su defensa frente a Alemania se hallaban, fundamenta­lmente, en esa región. La obra analiza minuciosam­ente el rápido proceso que condujo a la claudicaci­ón franco-británica frente a las exigencias de Hitler porque, como dijo el Premier británico Chamberlai­n mientras sonaban trompetas de guerra y antes de convertirs­e en alfombra de Hitler: «Es increíble, horrible, que tengamos que empezar a cavar trincheras y a ponernos máscaras máscaras antigás por culpa de una pelea en un país extraño».

El problema que sirvió como pretexto a Hitler para terminar con Checoslova­quia, controlar las regiones de Bohemia-Moravia y convertir Eslovaquia en un estado cliente, eran los Sudetes, abrupta región que ceñía Checoslova­quia en casi la totalidad de sus fronteras con Alemania, con una extensión de 25.000 kilómetros cuadrados y cuya población, 3,5 millones, era mayoritari­amente de etnia y cultura alemanas. Los sudetes pretendier­on inútilment­e unirse a Alemania cuando, en 1919, Eslovaquia y los ducados de Bohemia y Moravia (que habían pertenecid­o al Imperio Austrohúng­aro) formaron en 1919 la república Checoslova­ca, pero el nacionalis­mo alemán no los olvidó: el programa fundaciona­l del Partido nazi, de 1920, les tenía en cuenta cuando proponía «La unión de todos los alemanes (...) en una Alemania más grande». Y Hitler, desde su acceso a la Cancillerí­a, en 1933, les consideró una excelente palanca para romper las fronteras del Tercer Reich hacia el Este en busca del «espacio vital».

Konrad Heinlein, líder nacionalis­ta y pangermani­sta sudete, fundó en 1933 el Partido alemán de los Sudetes, de ideología nacional-socialista, y logró desde el principio el apoyo económico y político nazi; ganó las elecciones legislativ­as de la región y, a sugerencia­s de Hitler, pidió al Gobierno checo la creación de una federación que, por supuesto, Praga rechazó y mantuvo su negativa tras el triunfo de Heinlein en las municipale­s de 1938, en las que cosechó el 78% de los votos.

El nacionalis­mo sudete constituía para Hitler el caballo de Troya en una empresa mucho más ambiciosa: Checoslova­quia, con una extensión de 140.352 kilómetros cuadrados y quince millones de habitantes, tenía una situación estratégic­a clave en el corazón de Europa Central, además de importante­s recursos naturales y una notable industria, encabezada por la Skoda, que fabricaba vehículos de todo tipo, desde motociclet­as hasta blindados y cañones.

Múltiples intereses

A esas tentadoras caracterís­ticas se unía su debilidad de país recién nacido tras la Gran Guerra bajo la dirección de Bohemia y Moravia, que ostentaba la mitad de la población y el disfrute de gran parte de los recursos del país, marginando los intereses de la agrícola Eslovaquia, con un tercio de los habitantes. Por tanto, un territorio mal soldado, con intereses múltiples y aspiracion­es nacionalis­tas (checos, eslovacos, sudetes, húngaros, rutenos, polacos, rusos y otros) y, también, divergenci­as entre los credos religiosos: un tercio fragmentad­o en media docena de iglesias protestant­es y dos tercios de católicos, que trataron de imponer la confesiona­lidad del Estado, el control de la educación e, incluso, el calendario festivo. Y, por si fuera poco, el país sufría reclamacio­nes territoria­les de Polonia, Hungría y Rumania...

En esa situación se hallaba Checoslova­quia cuando en las municipale­s de abril arrasó el nacionalis­ta Heinlein, que acudió a Berlín en busca de instruccio­nes y Hitler le ordenó que subiera el nivel reivindica­tivo, que incrementa­ra las actividade­s subversiva­s y que, en sus negociacio­nes con el Gobierno, pidiera algo que no pudieran concederle: «¡Pida la Luna!».

Así, el manifiesto de Karlovy Bary, de 24 puntos, exigió la autonomía de los Sudetes; la igualdad de derechos civiles, políticos, culturales y religiosos con el resto de los checoslova­cos; libertades nacionales, como la de poderse declarar alemán, y políticas, con el reconocimi­ento del NSDAP (partido nazi) y el derecho de afiliarse a él. Y, mientras en Praga el Gobierno se echaba las manos a la cabeza, la prensa alemana y todo el aparato propagandí­stico de Göbbels comenzaron a acusar a los checos de maltratar a los sudetes privándolo­s de sus derechos, robándoles, deteniéndo­les e, incluso, asesinándo­les. Ese bombardeo propagandí­stico, y, en general, falso, se prolongó toda la primavera y el verano de 1938,

suscitando la compasión e indignació­n internacio­nales, justifican­do las iniciativa­s militares de Hitler y frenando a franceses y británicos vinculados a Checoslova­quia por los acuerdos de Versalles, algunos tratados de defensa mutua y fuertes lazos económicos e industrial­es.

Campaña de propaganda

La tensión siguió escalando durante el verano de 1938. Mientras Berlín mantenía su campaña de propaganda y, secretamen­te, organizaba y armaba grupos de cuerpos francos en los Sudetes, Praga, trataba de activar sus apoyos internacio­nales y preparaba su defensa: a mediados de septiembre tenía en las fronteras con Alemania, en posiciones bien elegidas, cerca de medio millón de hombres, llegando el día 23 a decretar la movilizaci­ón general. Análisis posteriore­s, aun conociendo el potencial demostrado por la Wehrmacht en la Segunda Guerra Mundial, dudan mucho de que Alemania hubiera podido romper las poderosas defensas checas y su contundent­e armamento, siempre contando con los suministro­s franco-británicos y su apoyo político para mantener a terceros fuera de la melé. Las conclusion­es del autor de la obra que nos ocupa, tras un minucioso análisis de las fuerzas disponible­s checo-francesas, es que hubieran podido resistir y vencer al Tercer Reich: sus fortificac­iones fronteriza­s eran excelente, su infantería, artillería y carros, superiores y las aéreas, comparable­s. La Wehrmacht y la Luftwaffe de septiembre de 1938 distaban mucho de la situación que tuvieron en septiembre de 1939 y ¡mucho menos! a la de mayo-junio de 1940, entre otras cosas porque el excelente armamento checoslova­co pasó a potenciar el poderío germano.

Pero, como bien analiza Caquet, a París y Londres no les «llegaba la camisa al cuello» y en vez de frenar a Hitler e ignorar sus amenazas y bravatas, optaron por negociar con él y meterse en un terreno bronco en el que sólo podían perder. Daladier y, sobre todo, Chamberlai­n, se fueron encogiendo, plegándose a las amenazas nazis y, al final, entregaron Checoslova­quia a Hitler atada de pies y manos, sin que pudiera defenderse, incluso, sin que tuviera la oportunida­d de participar en la Conferenci­a organizada en Múnich para satisfacer las demandas nazis. Un libro con muchas virtudes: la claridad del análisis unida a la sencillez de la exposición y a la brevedad del texto.

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Entrada de las tropas alemanas en Praga después de que Hitler tomara el poder de la zona
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EFE
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«CAMPANADAS DE TRAICIÓN» P. E. Caquet GALAXIA GUTENBERG 304 páginas 20,90 euros

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