La Razón (Cataluña)

Encuentros bilaterale­s

- Mariano Ruiz Díez

Míchel, en Italia 90, no tenía la cabeza en su sitio. En aquella selectivid­ad había muchos que tampoco

Superadas la vacuna y la EvAU la Eurocopa ya no se ve igual. A quién le importa ahora el regreso de Benzema con Francia si ya te han pinchado. Andabas con las vacunas como Luis Enrique con la portería. Su «pueden jugar De Gea, Unai o Robert» es lo mismo que le dices a tu madre cuando te pregunta por el rejonazo. Eso sí, un poco menos borde: «Pues me pueden poner Pfizer, Astrazenec­a, Janssen, Moderna... La que toque». En la cola de las vacunas hay una mezcla de alivio y espíritu de los Jóvenes Castores. Los hay que salen con cara de «soy un héroe, un ciudadano ejemplar, ya he hecho la buena obra del año». Entre eso y una Declaració­n que te salga a pagar has cumplido con el Estado al menos por un lustro. Si te pones hasta puedes presumir

de encuentro bilateral con la enfermera o enfermero de turno.

Uno de los traumas de mi juventud fue el momento en que Míchel, sí otra vez él, apartó la cabeza en la falta de Stojkovic en Italia 90. Eran los octavos y nos fuimos a casa. ¿Por qué? Que diría Mourinho. Salía de una jornada de selectivid­ad, la EvAU del siglo pasado, y al día siguiente la terminaba. Mi cabeza no estaba en lo que tenía que estar, pero es que la de Míchel tampoco. Se ha perdido el placer que da tragarte un Macedonia del Norte-Ucrania sabiendo que al día siguiente hay examen de Lengua o Química. Y si encima el partido viene envuelto con los comentario­s de Mediaset... Por cierto con España jugó Unai Simón. ¿La vacuna? Pfizer.

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