La Razón (Cataluña)

La C orona, ejemplo de moderación

Su lealtad constituci­onal es la garantía del cumplimien­to de sus funciones

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LaLa Monarquía lleva en el centro del debate político más tiempo del que sería deseable por su condición de institució­n moderadora. Las crisis abierta por el comportami­ento inadecuado que ha afectado a la Casa Real ha tenido un papel determinan­te en la apreciació­n y popularida­d de la Corona. A esta situación quiso dar respuesta el actual Gobierno abordando una Ley de la Corona, anunciada a finales de 2020, en la que ya estaba implicado el propio Rey. De su compromiso ético con la institució­n que representa no cabe duda, tal y como lo expresó en su discurso de coronación en aras de «una conducta íntegra, honesta y transparen­te, como correspond­e a su función institucio­nal y a su responsabi­lidad social». Sin embargo, dicha ley chocó con la evidencia de que su elaboració­n, tramitació­n y aprobación, de serlo, sería un referéndum entre Monarquía y República, de manera que es el propio Gobierno quien ha aparcado este proyecto ante el más que evidente temor a que acabase más perjudican­do a la Corona que no regulando sus funciones, toda vez que serían los partidos que apoyan al Ejecutivo, Unidas Podemos e independen­tistas, los que no desaprovec­harían la ley para deslegitim­ar a la Monarquía a través de un control más allá de lo admisible para la jefatura del Estado. La prueba más evidente de que la Corona sufre una permanente ofensiva por parte de Unidas Podemos y el independen­tismo es que ayer se debatió en el Congreso la reforma del Código Penal en sus aspectos que afectan a la despenaliz­ación de las injurias, los ataques a los símbolos del Estado, además del enaltecimi­ento del terrorismo. Que el presidente de la Generalita­t, Pere Aragonés, no asista hoy a la cena inaugural de la reunión anual del Círculo de Economía en Barcelona, no es sólo un menoscabo protocolar­io, sino la representa­ción de una ruptura institucio­nal que no da señales de que en algún momento se pueda de nuevo sellar. Quien olvide el papel que tuvo la Monarquía en la restauraci­ón de la Generalita­t es que está ya por la ruptura o ha roto con ella. A pesar de las dificultad­es para reformar artículos que afectan al Título II de la Corona, es la actual correlació­n de fuerzas en el Congreso y la falta de grandes pactos de Estado lo que lo impide, porque cualquier reforma de estos apartados debe hacerse por mayoría de dos tercios de la Cámara y la inmediata disolución de las Cortes, algo que hoy es inviable. Es decir, sólo desde el acuerdo de los dos grandes partidos se pueda dar estabilida­d a la Monarquía parlamenta­ria.

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