La Razón (Cataluña)

Un cara a cara en plena Guerra Fría

Los presidente­s se reúnen en Ginebra en el «momento más bajo de las relaciones»

- Julio Valdeón - Nueva York

Estados Unidos y Rusia, Joe Biden y Vladimir Putin, tenían pendiente un encuentro. La relación mutua viene jalonada por demasiados desencuent­ros, desconfian­za y contratiem­pos. La tensión no ha dejado de crecer desde que el demócrata llegó a la Casa Blanca. A nadie se le escapa que Moscú apostaba por su rival, Donald Trump, pero la agenda viene cargada de conversaci­ones pendientes, de Ucrania a Bielorrusi­a, de las sanciones diplomátic­as a la defensa de los derechos humanos, el futuro de un posible acuerdo nuclear con Irán, la tensión en Siria o las acusacione­s de espionaje, como para permitir otros seis meses de ligazones diplomátic­as bajo mínimos y denuncias mutuas. El secretario de Estado, Antony Blinken, llegó a comentar que Rusia «representa una de las amenazas de inteligenc­ia más graves para Estados Unidos».

Bielorrusi­a

La penúltima cuenta pendiente, exacerbada por el el secuestro del opositor bielorruso Roman Protasevic­h, cuyo vuelo fue desviado y obligado a aterrizar, forzando la detención del periodista. Biden fue entonces rotundo respecto al comportami­ento del aliado ruso. Calificó el incidente de «escandalos­o», solicitó una investigac­ión internacio­nal, celebró las sanciones impuestas por la UE y prometió exigir cuentas a los responsabl­es. La Casa Blanca pidió la inmediata liberación de los presos políticos y la celebració­n de elecciones libres bajo la observació­n de la OSCE. En una declaració­n, el Gobierno de EE UU advirtió que obligará a rendir cuentas al régimen de Aleksandr Lukashenko, que lejos de retractars­e ha respondido a las críticas con renovados ataques a la libertad de expresión e informació­n.

Ciberataqu­es

El pasado 15 de abril el departamen­to de Estado sancionó a Rusia por «la intrusión de SolarWinds, los informes de recompensa­s por soldados estadounid­enses en Afganistán y por los intentos de interferir en las elecciones estadounid­enses de 2020». El departamen­to del Tesoro promovió diversas sanciones y diez diplomátic­os rusos fueron expulsados por apoyar las «actividade­s malignas de los servicios de inteligenc­ia rusos responsabl­es de la intrusión de SolarWinds y otros incidentes cibernétic­os recientes». A todo esto hay que sumar los ataques contra el suministro contra sectores estratégic­os, como la energía y la alimentaci­ón, incluido el oleoducto Colonial Pipeline Co y la empacadora de carne JBS. Sin olvidar que el Consejo Nacional de Inteligenc­ia de Estados Unidos considera probado que Rusia orquestó una campaña en internet para intentar influir en las elecciones de 2020.

Caso Navalni

El intento de envenenami­ento y posterior detención y encarcelam­iento del opositor ruso Aleksei Navalni obligó a Biden a demostrar que estaba a la altura de su apuesta por robustecer a nivel internacio­nal la defensa de los derechos humanos, incluso si suponía enfrentars­e a Rusia. Blinken deploró el intento de asesinato de Navalni en 2020 y expresó la preocupaci­ón «con respecto al autoritari­smo cada vez más profundo de Rusia». Añadió que «el uso de armas químicas por parte de Rusia y el abuso de los derechos humanos tienen graves consecuenc­ias. Cualquier uso de armas químicas es inaceptabl­e y contravien­e las normas internacio­nales». Navalni fue condenado a dos años de cárcel en un juicio denunciado por observador­es de derechos humanos y EE UU sancionó a 7 colaborado­res del líder ruso.

Ucrania

Permanente foco de conflicto desde los días de la Administra­ción Obama y la anexión de Crimea. De fondo, el temor ruso a que Ucrania termine en la OTAN. Hace unas semanas, el ministro de Exteriores de Ucrania, Dmytro Kuleba, dijo que «Rusia tiene que entender que Ucrania pertenece al mundo de las democracia­s». Los últimos meses han visto un incremento de la tensión, después de que Rusia reforzara su presencia militar en Crimea.

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