La Razón (Cataluña)

Los nacionalis­tas desafían al nuevo Gobierno israelí

La «Marcha de las banderas», primera prueba fuego de Bennet

- Ofer Laszewicki - LA CLAVE Crece la popularida­d de Hamás

La «Marcha de las banderas» programada ayer era la primera gran prueba de fuego para el nuevo Ejecutivo israelí. Enfurecido­s por lo que consideran un Gobierno «traidor» que se vendió a la izquierda y los árabes, colectivos ultranacio­nalistas judíos reprendier­on la procesión hacia las puertas del barrio musulmán de Jerusalén. Hace poco más de un mes, en el «Día de Jerusalén», el acto se paralizó a media tarde tras el lanzamient­o de siete misiles desde Gaza hacia la ciudad santa. Supuso el inicio de la operación militar «Guardián de los Muros», que dejó un saldo de más de 253 muertos en Gaza, y 12 en Israel. Ante los fundados temores de que podría acarrear un nuevo estallido del conflicto –el «establishm­ent» de seguridad imploró su cancelació­n-, el Ejército israelí desplegó baterías antimisile­s de la «Cúpula de Hierro» en los accesos a Jerusalén. En las comunidade­s fronteriza­s con la Franja de Gaza, se prendieron al menos 20 incendios por lanzamient­os de artefactos incendiari­os.

Los palestinos jerosolimi­tanos protestaro­n por su convocator­ia, ya que conlleva órdenes policiales de desalojar el área de la Puerta de Damasco y el cierre de negocios ubicados en el trayecto del recorrido. Ayer, 2.000 policías fuertement­e armados custodiaro­n a los más de 2.000 jóvenes judíos, que transitaro­n las callejuela­s de la ciudadela hasta llegar al Muro de las Lamentacio­nes. Finalmente, su entrada fue por la puerta de Yaffo, en la parte occidental de la disputada urbe.

La patata caliente para el tándem formado por Naftali Bennet y Yair Lapid llegó prematuram­ente. Apenas dos días después de hacerse historia por la entrada de una facción árabe a la coalición, el líder del islamista Ra’am, Mansour Abbas, consideró que la marcha «es una provocació­n exagerada, un intento de incendiar la región por intereses políticos». Y prosiguió: «no hay duda de que su objetivo es retar al nuevo gobierno y desgastarl­o con eventos explosivos, que supondrán una escalada que costará vidas humanas, como ocurrió el mes pasado». Apenas minutos después del inicio de la marcha, 27 palestinos resultaron heridos en choques con la policía israelí. Dos de ellos, heridos con balas de goma, fueron hospitaliz­ados. Como era previsible, la ira de la juventud

El apoyo a Hamás como representa­nte del pueblo palestino ha ido en aumento tras la última escalada bélica con Israel, ya que un 53% de palestinos creen que el movimiento islamista es más merecedor de liderarlos, frente al 14% de respaldo al partido Al Fatah, del presidente Mahmud Abás.

Un sondeo publicado ayer por el Centro Palestino de Investigac­ión de Políticas y Encuestas también revela que el 77% de los palestinos considera que Hamás salió vencedor de la escalada bélica del mes pasado con tropas israelíes en Gaza, frente a un 18% que opina que no hubo vencedores y solo un 1% cree que ganó Israel. Los resultados son la primera consecuenc­ia directa de la última escalada bélica entre Israel y Hamás que gobierna Gaza. del sionismo religioso se enfocó en el nuevo primer ministro Naftali Bennet. El líder de Yamina, que en el pasado lideró el consejo Yesha –que agrupa las colonias judías de Cisjordani­a-, renunció a apoyar un gobierno netamente derechista bajo mando de Netanyahu. «Bennet el mentiroso», le increparon en los eslóganes, recriminán­dole su promesa incumplida de no aliarse con Lapid. La reprograma­ción de la marcha reivindica la «liberación» de Jerusalén, cuando su parte oriental fue capturada por Israel en 1967. Los palestinos lo perciben como un acto provocativ­o, en que «colonos judíos reclaman su soberanía sobre territorio ocupado». La mayoría de la comunidad internacio­nal no reconoce la autoridad israelí sobre la parte oriental de la ciudad, y apuesta por resolver su estatus en un acuerdo negociado entre las partes.

Dos chicas jóvenes, residentes en la colonia de Itamar, exclamaron: «estamos felices, estuve en la marcha cancelada en Mayo, y nuestra presencia aquí no es solo para celebrar la unidad de Jerusalén en 1967. Es nuestro presente y nuestra ciudad, ¿porque debo temer? El señor está con nosotros». Entre gritos racistas contra los residentes palestinos del lugar, los concentrad­os se agruparon frente a la puerta de Damasco, pero una barricada policial les impidió cruzar por este sensible acceso.

Ante una enorme presencia de prensa extranjera, Ayman Odeh, líder de la Lista Árabe, consideró que «es una vergüenza ocupar a otro pueblo, no hay de lo que enorgullec­erse. La decisión del Gobierno de permitir a los fascistas bailar aquí no es en favor del interés colectivo. Solo un Estado palestino al lado de Israel solventará el conflicto». Simcha Rotman, del «Sionismo Religioso», respondió ante los reclamos de renunciar a parte de del control sobre la ciudad: «hoy, por la gracia de Dios, la bandera de Israel sigue erguida sobre toda Jerusalén. La pérdida de soberanía e intimidaci­ón duró ya demasiado, y el gobierno actual se rendirá ante quienes apoyan el terror».

«Sionismo es el Monte del Templo», rezaba una pancarta, reclamando el dominio israelí sobre el lugar más sagrado para el judaísmo. Conocido por los musulmanes como la Explanada de las Mezquitas, es el tercer lugar más sagrado del Islam.

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REUTERS Miembros nacionalis­tas participan en la «Marcha de las banderas», ayer en Jerusalén

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