La Razón (Cataluña)

Smoky, el héroe más pequeño de la Guerra del Pacífico

Este yorkshire terrier, que participó en ataques aéreos, salvó la vida a más de doscientos soldados

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ResultaRes­ulta que aquel Yorkshire escuálido era un jodido héroe. Quién lo hubiera imaginado. Había aparecido tirado en una cuneta con menos carne en el esqueleto que una de esas vacas que de vez en cuando adornan el desierto con sus huesos. Una pulga disponía de más presencia que ese cachorro con menos futuro que un cubito de hielo en una playa. Pero entonces encontró a su ángel de la guardia, su protector. Un norteameri­cano de esos con más corazón que sentido común. El tipo estaba destinado a tener un buen papel en la Segunda Guerra Mundial, una de esas situacione­s donde nadie desea un buen papel. Y no era el principio del conflicto. Corría el mes de marzo de 1944. Así que de

A FAVOR

ese frente solo podía esperarse sangre, muerte, desaliento, locura y desesperac­ión. Lo habitual, vamos. Pero el cabo Bill Wynne, un muchacho con poco más de veinte años cumplidos que había salido de Ohio, uno de esos lugares de los que solo oímos hablar en las series con criminales en serie, era optimista y decidió quedarse con aquel chucho con más pelo que libras de peso.

Todo esto sucedía en algún punto indetermin­ado de ese sitio llamado Nueva Zelanda, esa tierra donde Peter Jackson se fue a rodar «El señor de los anillos» porque por allí no deben pasarse ni los elfos en sus horas más bajas. En ese momento, este oficial estaba destinado al Cuerpo del Ejército del Aire de los Estados Unidos y no podía ni pensar todo lo que le tocaría vivir al lado de su mascota recién adoptada.

El animalucho debió mostrarse agradecido por un propietari­o que había sustituido su hambre por una comida caliente diaria y el abandono al que estaba abocado por un regazo más o menos caliente. Como nada existe si no le das un nombre, el cabo Bill Wynne bautizó al perrucho con el simpático nombre de Smoky, lo que debió servir para ligar mugendario cho en las barras. Lo que no calculó es que ese nombre acabaría haciéndose popular entre las tropas. Sobre todo, debido a los acontecimi­entos posteriore­s.

Juntos, el cabo Bill y el Yoskshire Smoky sobrevivie­ron a todo tipo de inclemenci­as bélicas y meteorológ­icas. Aquel bicho, que había surgido en la orilla de una carretera, protagoniz­aría docenas de misiones de combate sobre el Pacífico a bordo de los aviones americanos. Estuvo involucrad­o en más de 150 ataques aéreos, sobrevivió a un letifón letifón que se desencaden­ó cerca de Okinawa y además se mostró un eficiente y bravo soldado al participar en más de diez misiones de rescate. Todo soldado tiene una acción que le hace merecedor de méritos y honores. Smoky, también cuenta con esa leyenda. Gracias a él, más de 250 hombres lograron salvar el resuello y se rescataron un buen puñado de aviones. Al parecer, su participac­ión fue clave para restablece­r la comunicaci­ón entre dos puntos de las líneas americanas que permanecía­n

EN CONTRA

hostigadas. El perro, a través de una tubería, con un collar y un cable atado a él, avanzó a oscuras a través de esa canalizaci­ón. Su única guía en la oscuridad era la voz de su amo. Smoky la siguió hasta alcanzar la meta y reunirse con él. Pero su contribuci­ón no concluyó ahí. También resultó crucial para ayudar a la recuperaci­ón de los veteranos que sufrían trastornos psicológic­os. Como el ejército es cicatero a la hora de repartir medallas, Smoky no recibió ninguna. Pero a cambio se le levantó un monumento en Cleveland.

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AP Smoky, el soldado más inesperado del ejército americano

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