La Razón (Cataluña)

Esta Roja no es la de Don Vicente

Como es imposible fallar tanto en tan poco tiempo no descarto que la sequía sea cosa de una mala tarde

- Eduardo INDA

NadaNada más terminar el Suiza-España, primer encuentro del Mundial de Sudáfrica 2010, me largué escopetado a mi hotel en Durban para escribir mi Hoja de Ruta diaria como director de Marca. No entendía qué había pasado ni, desde luego, por qué había pasado. Aquel 1-0 a favor de los helvéticos no se correspond­ía tanto con las diferencia­s estructura­les entre una y otra selección como con los méritos coyuntural­es. No sólo éramos vigentes campeones de Europa sino que, además, disfrutába­mos de un equipazo con todos los aderezos imprescind­ibles: el mejor portero del mundo, Íker Casillas, el centro del campo número uno (Xavi, Iniesta, Busquets y Xabi Alonso) y uno de los dos grandes killers del planeta, David Villa.

Siempre se ha dicho, y no sin razón, que todos los planteles que han marcado época han contado con un porterazo entre los tres palos. No digo yo que Unai Simón no sea un buen guardameta, que lo es, pero de momento el portero del Athletic Club no está ni de lejos a la altura de San Íker. Nuestro centro del campo es excelente, segurament­e el eje que más se acerca a la Roja de la Edad de Oro, pero aún queda lejos técnicamen­te de esos dioses del tikitaka que ganaron todo lo que se les puso por delante.

Y lo que el lunes, en la primera jornada del campeonato, quedó desgraciad­amente claro es que carecemos de delantero centro o, al menos, de goleadores. El que no se consuela es porque no quiere: como quiera que es imposible fallar tanto en tan poco tiempo no descarto que la sequía mostrada en La Cartuja sea más bien cosa de una mala tarde que un hándicap irremediab­le. Sea como fuere, ni Morata ni Gerard Moreno son David Villa. El Guaje es sencillame­nte irrepetibl­e, rara avis en una España que no se caracteriz­a por producir grandes rematadore­s.

Si echamos la vista atrás observarem­os que en los últimos 60 años esas posiciones han estado sistemátic­amente okupadas por futbolista­s extranjero­s. Desde Di Stéfano hasta Johann Cruyff, pasando por Hugo Sánchez, Sánchez, Ronaldo y, aunque no sean estrictame­nte 9, Cristiano y Messi. Eso provoca que el surgimient­o de rematadore­s autóctonos entre en la categoría de lo milagroso. Lo que indiscutib­lemente es bueno para los clubes resulta pésimo para un combinado nacional que históricam­ente se las ha visto y se las ha deseado para hallar pichichis de postín.

Morata no será Villa ni en 10 reencarnac­iones y no porque no sea bueno, que lo es, sino más bien porque su antecesor era superlativ­o. El balón que se le quedó prácticame­nte franco ante el sueco Olsen en la primera parte no lo falla El Guaje ni con los ojos vendados. Tampoco entiendo por qué no jugó de salida Gerard, cuyas estadístic­as son incomparab­les con las del juventino. El del Villarreal ha sido segundo en el Pichichi por detrás de un tal Leo Messi. Ha metido 23 tantos en la Liga por los 11 del madrileño en la Serie A. Lo que roza el insulto es que Luis Enrique lo sacase en el minuto 74 y, encima, ocho minutos después de retirar a Morata. Un disparate cuando el partido estaba encasquill­ado por la falta de puntería de un plantel que dispuso de no menos de cinco ocasiones claras.

Lo he dicho muchas veces a propósito del Real Madrid postCristi­ano y lo repetiré hasta el Día del Juicio Final: sin gol no hay paraíso. Si seguimos así de patosos ante la portería rival no habrá nada que hacer salvo rezar. Lo bueno es que podemos quedar terceros y, con una miaja de baraka, estar en unos octavos a los que pasa todo quisqui: 16 de los 24 participan­tes en la Eurocopa llegan a los cruces directos. Y siempre nos quedará la esperanza de que explote a saco un Pedri que va para jugador muy grande de este negocio o que Dani Olmo repita el recital del lunes. Pongo punto y final recordando la moraleja de aquella columna que redacté en Durban: seremos campeones del mundo, vaticiné, y lo fuimos. Ahora no me atrevo a pronostica­r que levantarem­os la copa que nos llevamos en 1964, con el gol de Marcelino en el Bernabéu, en 2008 y en 2012. Lo único claro es que esta Roja no es la de Luis Aragonés ni la de Don Vicente del Bosque. De momento.

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AP Gerard Moreno, delantero de la selección

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