La Razón (Cataluña)

La Princesa y la apertura de la veda

- Inocencio Arias

No he charlado con la heredera del trono; me habría gustado porque, según oigo de personas confiables, apunta maneras notables. La princesa Leonor marcha a una escuela de Gales algo saludable formativam­ente donde conocerá otras gentes y otras culturas. Estancia pedagógica en el exterior que han realizado varios herederos de casas reales europeas, algo que absurdamen­te alguien ha criticado con supina ignorancia. En mi época en Nueva York la futura reina de Suecia se formaba en la misión diplomátic­a de su país. Nuestra Casa Real pasa por momentos en que la veda esta abierta de par en par. A menudo disparando sandeces.

Que la jovencita es una monería salta a la vista. La cámara la quiere, se mueve con elegancia y tiene una sonrisa tímida de muchos quilates. Esto no es vital. Que sea agraciada físicament­e, aunque ayude, no es garantía de nada. Tampoco que lea muy bien en público y ante mil ojos con algunos de sus propietari­os deseando que meta la pata. Lo que cuenta es que esté bien preparada, sus notas académicas parecen indicarlo, que sea sensata, nada altanera, íntegra y con un palpable sentido de la responsabi­lidad. El padre será un estupendo espejo para la cría. El Rey Felipe sabe estar, es consciente del corsé constituci­onal en el que se mueve, nunca se ha extralimit­ado. Nuestro Rey actúa, con tino, sólo cuando tiene que hacerlo; nos representa espléndida­mente. La hija, me cuentan, es ya consciente de su destino, no siempre cómodo, y del deber que va en el oficio. Cuando crecía mi hermano, que dicen era un mocoso despierto, bonachón y de cara noble, una amiga de mi madre le repetía: Encarnació­n, es demasiado bueno, «no lo logras», implicando que podía torcerse. Con Leonor yo tengo la corazonada y el deseo de que sí «la logramos». Para bien.

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