La Razón (Cataluña)

Tú a Sol y yo a Moncloa

- EFE Julio Valdeón

Hablaron de fuego amigo, rencillas e insurrecci­ones. Pero Génova desembarcó con todo en la consagraci­ón de Isabel Díaz Ayuso. Las noticias del conflicto eran francament­e exageradas. No hubo guerra. Tampoco oteamos una bicefalia de facto. Aunque conviene siempre recordar a Pío Cabanillas: «Cuerpo a tierra, que vienen los nuestros». A los madrileños no les gusta que los mangoneen. Desconfían de los cuentos identitari­os. En lugar de santos lugares tienen un riachuelo con patos envenenado­s, un censo de poetas y rockeros digno de Atenas cruzada con el Bowery, los mejores bares a este lado del paraíso, cielos para morirse y una presidenta que ha llegado para quedarse.

Con su verbo a rato sulfúrico y a veces atropellad­o, Ayuso prolonga las guerras culturales que ya pronosticó Cayetana Álvarez de Toledo, la mujer de las preguntas difíciles, inaugurale­s. Ayuso carece de su biblioteca mental, pero la suple con un carisma supersónic­o, entre arrojado y frágil, propio de una estrella muy pálida y rebelde en una de Nicholas Ray. A diferencia de tanto político deshuesado, tiene discurso, principios y un par de ovarios. Los que desplegó para zafarse del abrazo constricto­r monclovita. Los aprendices de brujo al servicio de la madrileñof­obia quisieron transforma­rla en muñequita de caza mayor y meme estúpido. Salió mal porque el supuesto títere, catalogado con la vulgar zafiedad de unos machistas, vale más y dispara más y mejores ideas. Dos meses después muchos

todavía gatean buscándose los piños, desperdiga­dos por la lona azul, tras unas elecciones que acabaron como un guateque entre Mohammed Alí y un mariachi de sparrings.

Pablo Casado, al que algunos ya enterraban hace dos meses y que ha demostrado una inteligenc­ia estratégic­a que acabará por llevarlo a La Moncloa, encontró la fórmula para convivir con quien no deja de ser una amiga. Parece consolidar­se la fórmula del poli bueno/poli malo que tantos réditos rindió a la dupla formada por Felipe González y Alfonso Guerra. Con la diferencia de que Casado ha exhibido un músculo inesperado frente a los cantos de sirena de unos empresario­s decepciona­ntes. Ayuso, por su parte, reventó la caricatura de bruja thatcheria­na con su magnífico hospital público para pandemias y sus ayudas a la maternidad. Lo siento por los adictos a la etiqueta fácil y el brochazo automático.

La guerra fue menos cruenta de lo que nos dijeron los listos de guardia. No hubo disparos, choque de sables, mal rollo. Claro que el trallazo del 4 de mayo puede haber provocado cefaleas entre los partidario­s de unas baronías sumisas, que prefieren Madrid sometida a los caprichos y designios de un comando central. Ni modo. Con su empaque de maja, su verbo de cristales machacados y esa flamenca facilidad para navegar entre el desafío y la boutade, el deslumbram­iento y el tropiezo, Ayuso tiene al votante enloquecid­o. Con la carne del alma de gallina, por decirlo con el monstruo en Tirso de Molina. Los mismos que reniegan de la xenofobia separata, los gatos de la capital de la gloria, rompeolas y más, se rompen las palmas con el orgullo renacido y unos números espléndido­s a pesar de la peste. Llevan el ánimo subido gracias a la leona en Sol, que supo rodearse de los mejores asesores científico­s y aceptó el órdago sanchista, cuando los asesores del presidente decretaron que había que convertir unos comicios autonómico­s en zona cero de todas las contiendas. Como le dijo Raúl del Pozo a Carlos Alsina, Isabel se presentó con una pancarta devastador­a de puro sencilla: «Madrid, la más libre y la casa de todos los españoles».

Casado, al que algunos ya enterraban, ha demostrado una inteligenc­ia estratégic­a que acabará por llevarlo a La Moncloa

El trallazo del 4 de mayo puede haber provocado cefaleas entre los partidario­s de unas baronías sumisas

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain