La Razón (Cataluña)

Los etarras huidos quieren facilidade­s para regresar

Tras el acercamien­to de presos, el Gobierno tendrá que afrontar la reivindica­ción abertzale del retorno de los «refugiados» en el extranjero

- POR J. M. ZULOAGA / R. COARASA

La reciente entrega y posterior puesta en libertad de David Urdín, al que llegó a situarse en la cúpula de la banda terrorista, vuelve a poner sobre la mesa la situación del medio centenar de etarras huidos que ha conseguido burlar la acción de la Justicia española.

La Fiscalía pedía para Urdín una condena de 24 años y medio de cárcel por actos de «kale borroka», pero tras alcanzar un acuerdo de conformida­d, esa petición se rebajó a dos años de prisión, a los que finalmente ha sido condenado, lo que –al no tener antecedent­es penales– le permitió pasar en apenas unas horas de la clandestin­idad en Francia a regresar a su domicilio sin mayores problemas.

El acuerdo de conformida­d con Urdín –quien además de reconocer los hechos ha abonado las indemnizac­iones a Adif por los daños causados en actos de kale borroka en vías férreas de Navarra– no es, sin embargo, extrapolab­le a los etarras huidos con delitos de sangre, subrayan fuentes jurídicas, que descartan en todo caso cualquier tipo de pacto en el supuesto de que optaran por regresar a España a afrontar sus causas pendientes. Fuentes de la AVT consideran «impensable» que pudiese suceder algo así, pues «en ningún caso se ha dado una conformida­d con un acusado de delitos de sangre». En el caso de Urdín, subrayan, «la única causa que tenía era esta».

Sin embargo, recuerdan que en otros casos el regreso de fugados con causas pendientes ha estado exento de dificultad­es. Así sucedió, por ejemplo, cuando los etarras José Ignacio Echarte e Ignacio Olascoaga –procesados por el juez de la Audiencia Nacional Eloy Velasco por los vínculos entre ETA y las FARC– ni siquiera fueron citados a declarar pese a que la AVT solicitó la reapertura del proceditra­spaso miento en marzo de 2019 cuando trascendió que habían regresado a España.

Y hace un par de años, subrayan fuentes de la asociación de víctimas, «dos procesados de Segi se presentaro­n en la Audiencia cuando la causa contra ellos estaba a punto de prescribir». Al haberse puesto a disposició­n de la Justicia, fueron finalmente condenados a dos años de prisión –recuerdan–, un tiempo que ya habían cumplido en prisión preventiva.

Conocida es la estrategia dentro del lema general del mundo proetarra de «todos a casa», que no solo afecta a los presos de ETA, para los que se ha articulado un plan de acercamien­tos al País Vasco y Navarra cuya última finalidad es que logren la libertad en el menor tiempo posible, sobre todo después del de competenci­as de Institucio­nes Penitencia­rias al Gobierno de Vitoria. También incluye a los que se ha dado en llamar por ETA y su entorno «refugiados» o «deportados», los huidos de la Justicia, algunos de los cuales (el tiempo hace que prescriban muchas causas, para dolor de las víctimas) aún tienen procedimie­ntos pendientes en nuestro país.

La lista de fugados varía en número, según las fuentes que se consulten. Para las víctimas, superan el medio centenar. Pero fuentes antiterror­istas precisan a LA RAZÓN que muchos de ellos ya no tienen causas pendientes.

De hecho, en la página web de la Guardia Civil sólo se incluye a cinco, sobre los que pesan requisitor­ias judiciales: José Ignacio de Juana Chaos; José Luis Eciolaza Galán, «Dienteputo»; Oier Eguidazu; Eneko Aguirresar­obe y Arnatz Arambarri. A estos habría que sumar el nombre de José Antonio Urruticoec­hea, «Josu Ternera» (en libertad con control telemático en París), cuya extradició­n para ser juzgado en España, entre otros por el atentado contra la casa cuartel de la Guardia Civil de Zaragoza, está pendiente.

Una prueba de los planes proetarras, a los que no son ajenos los acuerdos a los que llegó el Gobierno con EH-Bildu, los cuales han propiciado el acercamien­tos de etarras, son las continuas peticiones que se formulan desde el entorno de la banda para que se facilite la vuelta de los denominado­s «deportados», que cifran en poco más de una decena. Entre ellos, se encuentran etarras que residen en la actualidad en Venezuela, Cuba, Santo Tomé y Cabo Verde.

En Venezuela, Eugenio Barrutiabe­ngoa Zabarte; en Cuba, Josu Abrisqueta Corta e Ignacio Rodríguez Muñoa; y en Cabo Verde, Tomás Linaza Echevarria, José Antonio Olaizola Achúcarro, Emilio Martínez de Marigorta y Félix Manzanos Martínez. Son algunos de los citados desde la organizaci­ón Etxerat, que agrupa a los familiares de los etarras presos o huidos.

La cifra de asesinatos y otros crímenes con que se les vincula llama al escándalo, pero como subrayan las fuentes consultada­s, no les constan requisitor­ias.

Sobre la cifra del medio centenar que se aporta desde las víctimas, algunos han seguido un camino «silencioso y discreto» para volver a sus casas en el País Vasco, Navarra o el sur de Francia. Primero, sus abogados se dirigieron a la Audiencia Nacional para informarse de si tenían causas pendientes; en caso negativo, se lo comunicaba­n a sus patrocinad­os que, de forma inmediata, se dirigían a la embajada de España del país de residencia y solicitaba­n que se les tramitara el documento nacional de identidad y el pasaporte. Al no constarles ninguna orden de búsqueda y captura ni otros impediment­os judiciales, se realizaba dicha tramitació­n. Y, de allí, al aeropuerto. Asunto resuelto.

Algunos han recibido homenajes al volver a España, pero otros, quizás los más significad­os por la actividad criminal que desarrolla­ron, optan por la discreción. En cualquier caso, el plan está en marcha. Lo de David Urdín, al tener que llegar a un acuerdo con la Fiscalía, ha trascendid­o, pero la voluntad del mundo proetarra es que regresen sin tener que pasar por instancias judiciales. Desde Etxerat –que eleva a 70 la cifra de huidos, de los que más de una decena han fallecido– se señala que «la deportació­n es una condena añadida». Y esgrimen el «nuevo contexto político», que es tanto como decir el acuerdo a que se ha llegado con el Gobierno, para «desbloquea­r» la situación con «acuerdos bilaterale­s con los gobiernos de los países de destino».

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