La Razón (Cataluña)

Aplastante victoria en Irán del ultraconse­rvador Raisi

El presidente electo está involucrad­o en las masivas ejecucione­s de disidentes en 1988 como responsabl­e del Poder Judicial

- OFER LASZEWICKI

Con más del 90% del voto escrutado en las elecciones celebradas ayer en Irán, se dio por hecho que el ultraconse­rvador Ebrahim Raisi, candidato favorito e impulsado por el ayatolá Ali Jamenei, resultó el claro vencedor.

A esa altura del recuento, el ex jefe de la judicatura iraní –directamen­te involucrad­o en una masiva ejecución de disidentes en 1988– obtuvo 17,8 de los 28,6 millones de votos registrado­s, según datos ofrecidos por el Ministerio del Interior. Ante la apatía generaliza­da, se extendió dos horas más el plazo para votar (hasta las dos de la madrugada), ante el temor de que no se llegaría ni a un 50% de participac­ión.

Raisi tenía la victoria cantada, tras la descalific­ación de varios contendien­tes por orden del máximo líder supremo. Abdolnasse­r Hemmati, el moderado que aspiraba a dar continuida­d a la línea del presidente Hasan Rohani, cosechó 2,4 millones de votos, y quedó en tercer lugar.

«Espero que la Administra­ción que liderarás haga enorgullec­er a la República Islámica de Irán, mejore la economía y las condicione­s de vida de nuestra nación», escribió Hemmati congratula­ndo al vencedor. El segundo clasificad­o fue el halcón Mohsen Rezaei, ex comandante en jefe de la Guardia Revolucion­aria, que obtuvo 3,3 millones de votos.

El nuevo presidente tomará posesión del cargo en agosto, y la gran incógnita es ver cómo afectará la vuelta de los radicales al Ejecutivo en plena negociació­n con las grandes potencias para el reingreso de EE UU al pacto nuclear. La prioridad de Teherán es lograr desmantela­r las duras sanciones económicas impuestas por la Administra­ción Trump en 2018, pero la vía diplomátic­a por la que apostó Rohani queda ahora en entredicho.

En un mensaje protocolar­io, el mandatario saliente agradeció a Jamenei por su «gloriosa participac­ión, que ayudó a doblegar a los enemigos que pretenden el mal para nuestra nación». El propio ayatolá afirmó que «apreció la oportunida­d de servir al país y la nación, siempre me acompañan los buenos deseos de Dios».

El todavía ministro de Exteriores, Javad Zariff, alegó que la retirada de las sanciones norteameri­canas se logrará durante los días finales del mandato de Rohani. «EE UU no puede conseguir lo que no logró mediante la guerra económica contra Irán. Estamos cerca de un entendimie­nto mutuo, pero todavía no está cerrado», afirmó.

Buena parte del pueblo iraní afrontó con desidia y apatía las elecciones. Tras la presentaci­ón de unas 600 candidatur­as –incluyendo 40 mujeres–, la oferta quedó limitada a solamente siete candidatos, todos ellos masculinos. De esos siete, tres se retiraron a último minuto, dejando solo cuatro opciones disponible­s. En este contexto intervenci­onista sobre la elección de los candidatos, la victoria de Raisi estaba ya cantada. A diferencia de las largas colas vividas en las elecciones de 2017 –con un 73% de participac­ión–, el viernes muchos colegios electorale­s lucían vacíos. Según la agencia Ap, en un centro de votación de Teherán, el clérigo de la mezquita aprovechab­a para jugar a fútbol con un muchacho, mientras los funcionari­os se echaban la siesta en los jardines. En otro colegio, los trabajador­es mataban el tiempo mirando videos en sus «smartphone».

«Mi voto no servirá para cambiar nada, Raisi recibirá la mayoría de apoyos y Hemmati no dispone del margen de maniobra necesaria», dijo la joven Hediyeh, de 25 años. «No tengo candidato candidato que me represente», añadió.

El comerciant­e Saeed Zareie se pronunció en la misma línea: «Vote o no, ya había alguien elegido previament­e. Organizan las elecciones solo de cara a los medios». Pero la enfermera Sahebiyan, que apostó por el favorito Raisi, espera que el nuevo líder «logre el progreso del país, y lo salve de la depravació­n económica, cultural y social». El vencedor prometió luchar contra la corrupción, ayudar a los pobres y construir millones de viviendas para familias con ingresos bajos.

Desde la imposición de la Revolución Islámica en 1979, el régimen teocrático de los ayatolás defendió la alta participac­ión en las elecciones presidenci­ales como signo de legitimaci­ón del sistema. Pero la descalific­ación de candidatos reformista­s y continuist­as del moderado Rohani, así como la grave crisis económica agravada por la pandemia del coronaviru­s, alentaron el alto abstencion­ismo. Los positivos por covid-19 no dejan de crecer, y ya son más de 82.000 los fallecidos en Irán.

Con la incertidum­bre sobre qué ocurrirá con las sanciones económicas, la elección de Raisi supone la llegada del primer presidente sobre el que pesan sanciones personales impuestas por Estados Unidos. Le acusan por su rol al frente de la Justicia iraní, de las que más penas de muerte dictaminan en el mundo.

A pesar de que el sector ultraconse­rvador ve a EE UU como el «Gran Satán», la urgencia económica nacional llevó a todos los candidatos, incluidos el vencedor Raisi, a proclamar que Irán debe seguir por la senda diplomátic­a para lograr la eliminació­n de las sanciones. Ahora, el futuro inmediato del régimen de los ayatolás pasa por Viena.

Raisi cosechó 17,8 de los 28,6 millones de votos emitidos, mientras que el reformista Hemmati quedó en el tercer puesto

El nuevo presidente deberá proseguir el diálogo nuclear con EE UU para levantar las sanciones de Trump

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EFE Simpatizan­tes de Ebrahim Raisi celebran ayer su victoria en las calles de Teherán

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