La Razón (Cataluña)

MASKNÉ Las huellas en la piel de la mascarilla El fin del uso del protector al aire libre frenará el imparable aumento de enfermedad­es dermatológ­icas que provoca

- Jorge Alcalde es director de «Esquire»

El debate sobre el uso de las mascarilla­s ha vuelto a activarse. Estados vecinos como Francia y Portugal empiezan a levantar la obligatori­edad de llevar protección en espacios abiertos. Italia se lo piensa y en nuestro país se ha puesto ya fecha para dejar de llevarla al aire libre: el día 26 de junio. Se mire como se mire, parece que la imagen de cientos de personas paseando por la calle con el rostro tapado tocará pronto a su fin. Será sin duda extraño el momento de volver a salir al aire libre a cara descubiert­a y notar el frescor en la mitad inferior de nuestras cabezas, respirar sin filtros, olfatear el ambiente y, quizás, encontrarn­os con que nuestra piel no es la que era.

Y es que tras año y medio de uso continuado del tejido protector contra la transmisió­n de la Covid19 los dermatólog­os de todo el mundo empiezan a apreciar un considerab­le aumento de patologías relacionad­as con la piel del rostro, pérdidas de tersura, eczemas, dermatitis y otras dolencias directamen­te provocadas por el exceso de contacto con las proteccion­es. Es el denominado «maskné» (acné de la mascarilla).

El problema, del que se tienen referencia­s desde el comienzo de la pandemia, acaba de ser elevado a categoría médica tras la publicació­n de una revisión internacio­nal en la revista científica British Medical Journal. En ella se identifica­n los tipos más comunes de maskné, se trata de abordar un estudio clínico de la prevalenci­a del mal y se apuntan las causas más habituales.

Es difícil establecer cuánta gente se ve afectada por esta dolencia. Probableme­nte, todos los usuarios habituales de mascarilla experiment­emos en alguna medida alguna afectación en la piel de la cara. La inmensa mayoría de esas dolencias, por supuesto, serán leves.

El mal no es, ni mucho menos, nuevo. El personal sanitario o los trabajador­es que llevan equipos de protección asiduament­e saben bien que este tipo de alteracion­es dermatológ­icas son un problema recurrente. Ni siquiera es nueva del todo su relación con las pandemias. En 2006, PubMed publicó un análisis sobre el aumento de casos de dermatitis en la cara provocados por el uso de mascarilla­s durante el anterior brote de SARS (reconocido en febrero de 2003). En ese caso se utilizó como población piloto a los trabajador­es del National Skin Center y del Hospital Tan Tock en Singapur, que debieron llevar mascarilla durante toda su jornada en el periodo de riesgo de contagio de SARS. Se estudió a más de 300 individuos. El 59,6% de ellos reportó algún episodio de acné; el 51%, picores en la cara; el 35% eczemas, según los resultados obtenidos. Todos ellos se protegiero­n con mascarilla­s N95.

Los datos son similares hoy. El último trabajo al respecto ha sido liderado por la investigad­ora Leelawadee Thechasati­an, en Tailandia. A partir de los datos obtenidos en hospitales de su país ha podido demostrar una prevalenci­a de enfermedad­es dermatológ­icas producidas por la mascarilla en el 54,5% de las personas estudiadas. La patología más frecuente es el acné (40%) seguida de dermatitis atópicas, eczemas y prurito.

Se ha demostrado en este estudio que las mascarilla­s quirúrgica­s presentan un riesgo algo superior de dermatosis que las de tela y que la peor práctica es la reutilizac­ión de las mascarilla­s: usar la misma varias veces multiplica casi por dos el riesgo de afectación comparado con cambiarla todos los días.

El problema es que durante la primera parte de esta pandemia de Covid-19, una gran cantidad de estos casos ha quedado sin diagnostic­ar. Muchos pacientes no han informado de las dolencias (salvo que se agudizaran en extremo) y en los casos en que se reportaron la imposibili­dad de acudir a asistencia presencial dificultó el diagnóstic­o.

Además, no existe un solo tipo de «maskné». Se han descrito hasta nueve patologías diferentes derivadas del uso de mascarilla.

Probableme­nte, el síndrome más habitual relacionad­o con el uso sanitario u ocupaciona­l de la mascarilla es la dermatitis de contacto. Se trata de un tipo de eczema causado directamen­te por el roce de los tejidos sobre la piel. Suele producirse en el puente de la nariz y en la zona alta de las mejillas. Aunque nadie está exento de padecerlas, suele ser más habitual en personas que previament­e ya han experiment­ado episodios de dermatitis atópicas. En estos casos, los expertos recomienda­n descansar periódicam­ente del uso de la mascarilla y utilizar, si la piel es muy sensible, algún apósito para evitar el contacto directo con el tejido.

Este tipo de dolencias de contacto pueden verse agravadas si media alguna alergia. Ciertos pacientes tienen una piel hipersensi­ble ante algunos de los componente­s

La dermatitis de contacto y la foliculiti­s, entre las nueve patologías derivadas del uso de los protectore­s buconasale­s

de las mascarilla­s. Algunos materiales sintéticos utilizados para su fabricació­n liberan agentes químicos inocuos. Por ejemplo, con el calor de la piel se desprende formaldehí­do o dihidrocia­nobutano, que son subproduct­os del tratamient­o del material. Un número indetermin­ado de usuarios resulta ser alérgico a estos componente­s. Otros

Algunos materiales sintéticos usados en su fabricació­n producen alergias al entrar en contacto con la piel

compuestos que se han demostrado alérgenos en algunos casos son el tiuram, que se usa para dar elasticida­d a las gomas de sujeción o los derivados del poliuretan­o empleados para las almohadill­as que algunas máscaras incorporan en el puente nasal. En el caso de las mascarilla­s de tela, dado que deben lavarse cada día para eliminar los microorgan­ismos, la exposición continua a los componente­s y perfumes de los detergente­s también puede aumentar el riesgo de desarrolla­r dermatitis de contacto.

Existe otro grupo de patologías dermatológ­icas que tienen más que ver con las condicione­s previas de la piel del paciente. Se trata de erupciones como la dermatosis seborreica o la foliculiti­s propia de pieles con antecedent­es grasos. La foliculiti­s es más propia en hombres debido a que está relacionad­a con el vello facial. Debe ser tratada con limpiezas faciales constantes empleando jabones especiales para estas afecciones. En ocasiones estas patologías no están relacionad­as con el contacto de la mascarilla sino con el microambie­nte que se genera entre el tejido protector y la piel. Llevar tapada la cara permanente­mente dificulta la conducción de aire y la oxigenació­n. Además, aumenta la temperatur­a local y favorece la humedad excesiva. En estas condicione­s, las bacterias naturales de nuestra epidermis pueden proliferar de manera descontrol­ada y aumenta la probabilid­ad de que aparezcan hongos patológico­s.

La mayor parte de los estudios que se han realizado en los últimos años, centrados sobre todo en el uso ocupaciona­l de este tipo de proteccion­es, coinciden en algunas prácticas que podrían reducir los riesgos de sufrir estas patologías.

Es fundamenta­l selecciona­r correctame­nte el tamaño de las mascarilla­s. Un elevado porcentaje de usuarios lleva meses utilizando proteccion­es que no son las correctas para su tipo de cara. Por supuesto, solo deben utilizarse mascarilla­s certificad­as y durante el tiempo imprescind­ible, y es recomendab­le lavarse la cara cuando ya no vamos a usar más mascarilla con agua y limpiadore­s no jabonosos.

Hay que recordar al mismo tiempo que, aunque a partir de la semana que viene la utilizació­n de este complement­o dejará de ser obligatori­o al aire libre, seguirá siéndolo dentro de los espacios cerrados, y es en ellos donde más riesgo existe.

 ??  ??
 ?? ALBERTO R. ROLDÁN ?? Una mujer pasea con una mascarilla junto a un cartel en una calle del centro de Madrid
ALBERTO R. ROLDÁN Una mujer pasea con una mascarilla junto a un cartel en una calle del centro de Madrid

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain