Gustavo Villapalos
Hace unos días, mi amigo Julián me mandaba a mediodía un mensaje escueto: «Creo que ha fallecido Gustavo Villapalos». Tardé algún tiempo en poder confirmar la noticia y, junto a los sentimientos de pena por la pérdida de una persona que me ayudó mucho en un momento concreto de mi vida, afloró una sonrisa por los recuerdos que me vinieron a la cabeza.
Madrileño de cuna, apareció en el mundo el 15 de octubre de 1949. Por cumplir los 26 años (1976), se convertía en el catedrático más joven de España en el área de conocimiento de Historia del Derecho y las Instituciones, en la Universidad Complutense, en la que desarrolló su brillantísima carrera académica. En ella lo fue todo: director de Departamento, decano de la Facultad de Derecho, y Rector entre 1987 y 1995. Su sangre tenía una rica mezcla de Richelieu, Mazarino y Maquiavelo, trufada, además, de una extraordinaria inteligencia, finísimo humor y sarcasmo comedido, lo que le hacía un rival temido y un amigo epatante.
Por esta razón, es decir, por su ADN, no tuvo más remedio que sucumbir a la llamada de la política: en julio de 1995, mi admirado y añorado amigo Alberto Ruiz-Gallardón lo nombró consejero de Educación y Cultura de la Comunidad de Madrid, y, un año después, se creaba, por iniciativa suya, la Universidad Rey Juan Carlos, de la que fue nombrado Doctor Honoris Causa en el año 2014, con lo que se rompía un viejo dicho español, «Nadie es profeta en su tierra», y se hacía justicia con una de las mentes más preclaras de nuestro solar patrio. Fue la generosidad del presidente Ruiz-Gallardón la que me permitió conocerlo personalmente en su despacho de la Consejería. Grande, brillante, ingenioso y condecorado por el Vaticano. Todo un personaje extraordinario que ya disfrutará de la auténtica sabiduría. Hasta siempre, Maestro.