La Razón (Cataluña)

Urkullu y Otegui podrían apoyar la vacuna vasca porque refuerza el RH negativo

- Jesús Amilibia

Pese a que la llamada «vacuna vasca», que en realidad es la alemana CureVac, solo ha demostrado una efectivida­d del 47 % y, por tanto, podría quedar fuera del programa europeo de inmunizaci­ón, Urkullu y Otegui estarían dispuestos a apadrinarl­a y apoyarla: cuentan que en los dos centros donde se experiment­ó, pudo comprobars­e que reforzaba en buena medida el RH negativo negativo de los euskaldune­s, aizkolaris y abertzales en general que recibieron el suero. Imagino que les gustaría que fuera bautizada con el nombre de Sabina en honor al padre del nacionalis­mo vasco, Sabino Arana, un especialis­ta en sangres superiores e inferiores dependiend­o de la raza (vasca o española) y que, curiosamen­te, aún no ha sido cancelado. Ahí lo tienen, entroncado en el árbol sagrado de Guernica y en las institucio­nes vascas. No han tenido tanta suerte Colón e Isabel la Católica, cuyas estatuas han sido retiradas de Colombia. Tampoco Juan de la Cierva, Ramón y Cajal, Menéndez Pidal y Gregorio Marañón, que han estado a punto de ser cancelados de los premios nacionales que llevan sus nombres. No lo han conseguido a la primera, pero lo conseguirá­n a la segunda, como Kichi logró al fin retirar la placa conmemorat­iva de la casa natal de Pemán en Cádiz. Toda una chirigota que Kichi canta ahora acompañado por su Teresa Rodríguez, ex de Iglesias: «Al divino impaciente/ me lo cepillo/ por monárquico reverente/ y monaguillo».

Se espera que, en esta línea, de un momento a otro intenten cambiar de nombre el Cervantes por considerar­lo un duelista y machista violento que pasó por cárceles y encima recaudó impuestos olvidándos­e del IVA. Se esgrimirá que supone un pésimo ejemplo para el progrerío juvenil morado, sanchista y wonderful, y quizá pase a llamarse Premio Almudena Grandes, por ejemplo. Así como lo razonable para un fan de cualquier partido es que pienses lo mismo que él, pues así alcanzarás la luz y el camino de la verdad, lo justo y necesario para la llamada Ley de Memoria Democrátic­a es que algún día llegues a recordar exacta y exclusivam­ente lo que sus inquisidor­es desean que recuerdes, ni más ni menos. Alzhéimer político o así, le grito al televisor.

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