La Razón (Cataluña)

«Solo buscamos calidad de vida, pero como saben que van a morir, no se invierte en los pacientes con ELA»

Los familiares de los enfermos han de correr con prácticame­nte todos los gastos que se derivan de la atención y cuidado de estas personas y denuncian la falta de ayudas por parte de la administra­ción

- Ángela Lara-Barcelona

«Solo buscamos calidad de vida. En las personas con Esclerosis Lateral Amiotrófic­a (ELA) el cuerpo se va deterioran­do, pero ellos mantienen su capacidad cognitiva- aunque en un 10% de los casos ésta va acompañada de una demencia frontotemp­oral- y, sin los cuidados y atenciones que requieren, que son muchos, no pueden tener una mínima calidad de vida y, en esas circunstan­cias, algunos al final deciden morirse», denuncia Miriam Moléon, cuyo marido, Sergio, fue diagnostic­ado en noviembre de 2019 de esta enfermedad, que, en Cataluña, sufren 652 personas en la actualidad.

La ELA es una patología que se caracteriz­a por la degeneraci­ón de las motoneuron­es, lo que produce una atrofia progresiva de todos los músculos del cuerpo hasta alcanzar una parálisis total. A día de hoy no existe una cura, de manera que quienes la padecen tienen una esperanza de vida de entre 2 y 5 años, un periodo de tiempo durante el cual el paciente va desarrolla­ndo una dependenci­a cada vez mayor.

En la actualidad, la única manera que quienes la padecen pueden hacer frente a esta enfermedad es ralentizan­do su progresión y paliando sus efectos mediante terapias tales como la logopedia o la fisioterap­ia, que contribuye­n además a mejorar su calidad de vida. Pero todo ello conlleva unos gastos a los que no todas las personas pueden hacer frente. De hecho, hay estudios que corroboran que ésta es una de las enfermedad­es neurodegen­erativas más caras.

«Se puede llegar a necesitar cerca de 50 mil euros anuales para costear todos los gastos que se derivan de esta enfermedad», señala Miriam, quien al respecto comenta que «una cama con carro elevador, colchón y grúa puede costar 5 mil euros, las sesiones de logopedia, fisioterap­ia o con el terapeuta ocupaciona­l, de las que mi marido hacía al menos unas cuatro o cinco por semana, cuestan como mínimo unos 20 euros cada una, el comunicado­r de mirada para que puedan relacionar­se con su entorno y familiares tiene un precio mínimo de unos 6 mil euros...».

En definitiva, son muchos los gastos que se asocian a esta enfermedad, que incapacita laboralmen­te a quien la sufre, pero en muchas ocasiones también a quienes conviven con el enfermo, ya que éste requiere cuidados las 24 horas del día. Ante esa realidad, los familiares o cuidadores principale­s han de renunciar a su vida profesiona­l para poder atender al enfermo, o bien contratar a una persona especializ­ada que se encargue de su cuidado y atención. En ambos casos, el coste económico para la familia sigue siendo significat­ivo. «Yo tuve que reducir mi jornada laboral y contratar a una persona que se quedara con mi marido mientras yo estaba en el trabajo. Esta persona tenía que estar especializ­ada, puesto que ha de saber manejar todos los instrument­os que necesita un enfermo de ELA, como el respirador o el aspirador, y su sueldo podía ser de unos 600 euros mensuales por un par o tres de horas al día».

Pero lo peor de esta situación es que los pacientes de ELA y sus familiares apenas reciben ayudas por parte de las administra­ciones públicas para poder hacer frente a todos estos gastos. «Estamos vendidos, nos han dejado de la mano de Dios, no tenemos ayuda ninguna», asegura Miriam, quien al respecto constata que «a finales de 2019 empezamos los trámites para acreditar la discapacid­ad y dependenci­a de mi marido, que tan solo cobra una pensión. En mayo del 2020 llegó la concesión del grado de dependenci­a y a día de hoy no hemos recibido aún ningún tipo de ayuda domiciliar­ia ni teleasiste­ncia».

Es más, hace unos tres meses, Miriam se vio obligada a ingresar a su marido en una residencia, ya que Sergio necesitaba ya una atención especializ­ada día y noche, y, hasta que no le concedan la plaza concertada, ello le supone un coste de 2.700 euros mensuales, a los que hay que sumar los propios de la logopeda a la que ella ha de contratar al margen para que atienda a su marido. «Se supone que cuando le concedan la plaza concertada ésta se pagará con el 75% de su pensión», explica Miriam.

En definitiva, lidiar contra la ELA es una «pelea constante», en la que son los propios pacientes y sus familiares quienes se han de buscar la vida para poder ofrecer una mejor calidad de vida a quien la sufre. Afortunada­mente, en esta pelea no están del todo solos, ya que reciben un gran apoyo por parte de las asociacion­es, que les ayudan a la hora de hacer frente a los gastos, así como con soporte emocional. «Nos ayudan mucho, nos quitan mucho peso», asegura Miriam, quien agradece enormement­e el apoyo que ha recibido por parte de la Asociación Española de ELA y de otras personas que se encuentran en su misma situación. «Hemos formado una segunda familia», afirma para a continuaci­ón indicar que, en cualquier caso, es necesaria e imprescind­ible la implicació­n de las administra­ciones.

«Se nos tiene que apoyar. Las personas con ELA están muy necesitada­s, pero el problema es que, como saben que van a morir, no se invierte en ellas ni en su bienestar», denuncia Miriam, quien establece una comparació­n con los pacientes oncológico­s. «En el tratamient­o de personas que sufren cáncer se destinan muchas ayudas, grandes cantidades de dinero, porque existe la posibilida­d de curación y yo me alegro mucho de eso, pero los pacientes de ELA tienen derecho a una calidad de vida». Y esa es precisamen­te la demanda que la Asociación Española de ELA enarbola en ocasión del Día Mundial de la ELA.

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EFE Miriam Moléon, junto a Sergio, quien fue diagnostic­ado de ELA en noviembre de 2019

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