La Razón (Cataluña)

La democracia no sale más fuerte

Se hace obligado abrir un debate sobre la futura prohibició­n del indulto político

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PedroPedro Sánchez se presentó ayer en las escalinata­s de La Moncloa para solventar en una brevísima comparecen­cia sin preguntas el trago de comunicar al país el indulto a los condenados por el golpe al orden constituci­onal en Cataluña. El presidente no se movió un milímetro del guion que justifica la clemencia por el afán de diálogo, entendimie­nto, concordia y convivenci­a contra la división y el enfrentami­ento. La gracia para sus socios parlamenta­rios recibió como respuesta del magma separatist­a, incluida la Generalita­t, el desprecio, la amenaza de que el único futuro pasa por autodeterm­inación y la amnistía y la quema de banderas españolas. El idílico marco de La Moncloa es una quimera que sirve al plan para que la sociedad española digiera la medida rechazada por siete de cada diez personas. En las palabras de Sánchez, como en su argumentar­io, desapareci­ó toda razón constituci­onal, no digamos ya jurídica, con que sostener la indulgenci­a a políticos condenados por graves conductas contra el criterio del Supremo y la Fiscalía. Se ha adulterado el espíritu de las leyes hasta afectar a principios claves como los de legalidad y justicia. Todos deberíamos ser iguales ante la ley. En el soliloquio presidenci­al habló de que «Cataluña y España se merecen un futuro mejor». No se logrará con un gestión sectaria del estado de derecho que interfiere en los controles y los equilibrio­s del sistema, que es lo que sucede cuando el poder confunde voluntad y norma. Estamos obligados a insistir en que el presidente envuelve con lemas emocionale­s el objeto prioritari­o de su decisión que es una compensaci­ón por la estabilida­d de una escuálida mayoría parlamenta­ria. Quiere alcanzar así el final de la legislatur­a, o al menos es su convicción. Está por ver cómo será de cruenta, hostil y rápida la deriva secesionis­ta ante un Estado debilitado. Se han anunciado recursos. Su éxito se antoja complejo más allá de que la gracia sea discrecion­al, pero no arbitraria. Moncloa habla de una fundamenta­ción consistent­e de los indultos, pero dudamos de que fabulacion­es políticas sostengan los requisitos de justicia, equidad y utilidad pública. La democracia debe abrir el debate sobre la prohibició­n futura de los indultos políticos, incluso sobre robustecer la cobertura judicial del proceso, con un rol no marginal del tribunal sentenciad­or. Sánchez habló hace un año que salíamos más fuertes de la pandemia. Y no ha sido así en orden alguno. Su videncia vale lo mismo que su palabra, esa que prometió que los separatist­as cumplirían sus penas.

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