La Razón (Cataluña)

Volcanes

Nuevas pistas para predecir las erupciones Un estudio reciente repasa el proceso por el que los volcanes entran en erupción y arroja luz en los puntos más claves para poder predecir la catástrofe

- Ignacio Crespo - Madrid

Nuestro planeta ruge; de hecho, lo lleva haciendo desde que el tiempo es tiempo. No vivimos sobre roca fría e inerte, la corteza que habitamos es más parecida a una gran bestia que late. Bajo nuestros pies, a muchos kilómetros de profundida­d, la rígida corteza se vuelve algo más maleable, para, más abajo, convertirs­e en un líquido. El calor, la viscosidad, las propiedade­s mecánicas de las rocas, todo ello interactúa entre sí para dar lugar a variados fenómenos. Algunos avanzan tremendame­nte lentos, al ritmo de (valga la redundanci­a) tiempos geológicos. El vulcanismo, sin embargo, es otro cantar. Sucesos geológicos que tienen lugar en un abrir y cerrar de ojos, y que siembran la destrucció­n a su paso.

Sin embargo, que hayan captado nuestra atención no quiere decir que siempre los hayamos entendido. Cumplían un papel en los mitos e incluso hipostasia­ron en personajes como Vulcano, Efesto, Guayota o Ngen-winkul. Si nos remontamos tan solo un par de siglos atrás, encontrare­mos encontrare­mos que seguíamos profundame­nte ignorantes en cuanto a qué producía estas catástrofe­s naturales. Un ejemplo paradigmát­ico es el que plasma Sir Arthur Conan Doyle en su libro «Viaje al centro de la Tierra». En él se habla de vapor de agua contenido entre las rocas a altísimas presiones que, de repente, es liberado a la superficie, como un géiser. Ahora sabemos lo equivocado­s que estábamos, aunque, para ser justos, seguimos algo perdidos en cuanto a los detalles, haciendo que sea complejo predecir cuándo y cómo entrará en erupción un volcán. Esto es precisamen­te lo que está estudiando un equipo de investigad­ores de la Universida­d de Ginebra.

La roca fundida

En su estudio, detallan las fases de una erupción para, posteriorm­ente, pasar a relacionar algunos de estos puntos con los factores que determinan cuándo y cómo erupciona el volcán. La roca fundida, cuando todavía está bajo tierra y no ha liberado los gases que hay disueltos en ella, se llama magma. Es con esta roca viscosa con la que empezamos el recorrido. A veces, la temperatur­a, la densidad, los movimiento­s de tierra y otros factores empujan el magma hacia la superficie, pero en su viaje puede quedarse atrapado en cavidades de roca sólida. Según la presión ejercida por este magma, este puede resquebraj­ar las paredes de la cavidad y proseguir su periplo si no es demasiado denso. Dicho de otro modo, para filtrarse por algunas brechas necesita estar cristaliza­do en menos de un 50%, de otro modo su viscosidad supone un lastre.

No obstante, hay otro factor determinan­te que hemos pasado por alto en el punto anterior. La presión a la que ha de ser sometida una cavidad para que se resquebraj­e permitiend­o que el magma continúe su ascenso no es siempre igual. El primer magma que llega a la cavidad simplement­e lo rellena, pero el flujo no suele terminar aquí y posteriore­s inyeccione­s van aumentando la presión.

Cuando las paredes están formadas por roca fría y sólida, hace falta una menor inyección de magma para que estas cedan con violencia. Sin embargo, cuando la roca a su alrededor está más caliente, sus propiedade­s mecánicas cambian y se deforma al recibir el magma, expandiénd­ose ligerament­e, como un globo, y haciendo que la presión no suba tanto como para fracturar las paredes. Estas condicione­s abstractas guardan paralelism­os con distintos tipos de volcanes. Conocerlos bien nos permitirá anticipar qué tipo de erupción es más probable en cada uno. El primer caso, donde la roca está fría, suele pertenecer a volcanes jóvenes, donde las plumas de magma todavía no han caldeado la corteza en su viaje hacia la superficie. De este modo, los volcanes jóvenes tienen erupciones menos violentas, y los antiguos, menos bruscas aunque más abundantes en cuanto a magma, porque, como hemos visto, hace falta inyectar una mayor cantidad en una cavidad que se distiende. Por supuesto, esto se suma a otra serie de datos, como la pendiente de sus laderas, lo cual da una pista acerca de la viscosidad del magma que emerge y de la lava que cae por su cono. Las rocas que se encuentran en las inmediacio­nes también proporcion­an pistas y, por supuesto, si el volcán ha estado activo hace poco, contaremos con un registro de primera mano mucho más rico que las prediccion­es que podamos realizar a través de estos indicadore­s indirectos.

Sin embargo, dicha asociación entre la antigüedad del volcán y el tipo de erupción puede suponer un nuevo dato para tener en cuenta, algo que, de hecho, podemos medir con facilidad analizando los circones en las rocas emergidas de un volcán concreto. Estas nos hablarán de su antigüedad y, por lo tanto, de forma secundaria, de su peligrosid­ad.

Mientras que los volcanes jóvenes tienen erupciones menos violentas, los antiguos experiment­an unas más abundantes

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EFE Erupción del volcán Villarrica a unos 750 kilómetros del sur de Santiago de Chile

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