«Ya no existe la libertad de prensa en Hong Kong»
El cierre del «Apple Daily» desarma a la ex colonia que ve un «futuro oscuro» con Pekín
En Mong Kok, uno de los barrios más poblados de Hong Kong, la cola en el quiosco de prensa de la calle Argyle cercano al famoso «Ladies Market» daba ayer la vuelta completa a la manzana. Dos horas de espera para hacerse con un ejemplar –algunos compraron diez– del periódico «Apple Daily», que ayer publicó su último número tras anunciar su cierre de manera precipitada. Una estampa que se repitió en numerosas tiendas y kioscos de la ciudad cuando no se oía la palabra «agotado». El millón de copias que el rotativo puso ayer a la venta para despedir a sus lectores tras 26 años en activo se quedó corto y muchos definían el fin del periódico como el comienzo de una etapa «oscura» para la ciudad. La clausura del tabloide se ha llevado por delante un millar de puestos de trabajo, pero para muchos otros significa mucho más. «Los habitantes de Hong Kong han perdido un medio que se atrevió a hablar e insistir en defender la verdad», dijeron ocho asociaciones de periodistas locales en un comunicado conjunto, en el que también pidieron a sus colegas vestirse de negro en señal de luto por esta pérdida de libertad de prensa. Y es que su cierre supone el último varapalo a las libertades en Hong Kong, que en los últimos tiempos se han resentido profundamente. El rotativo se había erigido en el altavoz del movimiento prodemocrático en la ex colonia británica y en una piedra en el camino de Pekín en la ciudad. Precisamente, la caída en desgracia de este medio vino motivada por varios artículos y columnas de opinión en los que se apoyaban las sanciones internacionales contra China, algo que ahora es ilegal en virtud de la nueva ley de Seguridad Nacional. La norma, que implantó Pekín hace ahora un año, castiga los delitos de subversión, terrorismo o colusión con fuerzas externas con penas de hasta cadena cadena perpetua. Con ella en la mano, las autoridades han detenido a más de cien políticos o activistas y han acabado así con cualquier intento de oposición en la ciudad a los dictados de Pekín. La semana pasada, arrestaron a cinco altos ejecutivos de este diario en sus casas y a continuación llevaron a cabo una redada –la segunda desde el verano pasado– en su redacción. Con su propietario, Jimmy Lai, cumpliendo condena en la cárcel, tampoco se olvidaron de congelar sus activos en el banco, de manera que el periódico no ha podido hacer frente a los pagos de su plantilla. Ayer, tras la detención de Yeung Ching-kee, uno de sus redactores estrella de editorial, decidieron cesar su actividad con el fin de proteger a sus empleados. El secretario de Seguridad, John Lee Ka-chiu, había afirmado que los arrestos no tenían como objetivo a la prensa, sino a una publicación que usaba «la cobertura de noticias como una herramienta» para dañar la seguridad nacional. Por eso, advirtió de que «el gobierno utilizará todas las medidas legales para prevenir, interceptar y reprimir tales actividades», lo que ha hecho saltar las alarmas sobre lo que a partir de ahora se pueda decir o hacer. Precisamente, en las últimas semanas algunos académicos habituales colaboradores del «Apple Daily» han asegurado que viven en un clima de incertidumbre y preocupación sobre cómo la ley podría usarse algún día contra ellos. Los límites todavía no están marcados, pero les intranquiliza que llegue el momento en el que las autoridades puedan considerar que sus comentarios o incluso su investigación hayan cruzado esas todavía indefinidas «líneas rojas» que marca la ley. Este es el caso de Ivan Choy Chi-keung, de la Universidad China de Hong Kong, que se cuestiona seguir compartiendo sus puntos de vista sobre la situación política. Para él, «en el pasado, el gobierno de Hong Kong se preocupaba hasta cierto punto por las opiniones expresadas en los comentarios políticos de los periódicos. Hoy en día, escribir comentarios no puede hacer ninguna diferencia, porque al gobierno ya no le importa la opinión pública».
Del mismo parecer es Dickson Ng, uno de los diseñadores del tabloide clausurado que todavía no ha digerido el cierre. «Tras hoy, ya no existe la libertad de prensa en Hong Kong. No veo ningún futuro para la ciudad», afirmó. Junto a sus compañeros, el miércoles puso punto y final a su periplo en un periódico que ayer en la foto de portada mostraba la mano de uno de sus redactores saludando con su linterna desde la azotea del edificio a la multitud que se había congregado en la calle. Desde allí, la plantilla quiso dar las gracias a todos los lectores fieles.