La Razón (Cataluña)

La lucha contra el tabaquismo, a examen: para los expertos, la negación de las alternativ­as sin humo no es solución

El Foro Mundial sobre la Nicotina advierte del peligro de politizar el debate y pide que se incluya la reducción del daño en el control del hábito de fumar

- POR MARILYN DOS SANTOS

Hace unos diez años, cuando sus trabajos se centraban exclusivam­ente en los efectos del tabaquismo, para el doctor Konstantin­os Farsalinos, los vapeadores resultaban inútiles. Hoy, muchas publicacio­nes después, él mismo reconoce que esta idea preconcebi­da sobre las alternativ­as al cigarrillo convencion­al respondía a un prejuicio sobre algo que desconocía: «Mi opinión sobre estos productos era particular­mente mala, pero cambió drásticame­nte cuando empecé a investigar sobre ello», confiesa este cardiólogo e investigad­or de las universida­des de Patras y de Ática Occidental en Grecia. Y lo hace como uno de los más de 40 expertos que han formado parte del panel del 8º Foro Mundial sobre la Nicotina (GFN por sus siglas en inglés), celebrado los días 17 y 18 de junio en la ciudad de Liverpool, en Reino Unido. Un evento internacio­nal independie­nte al que LA RAZÓN ha asistido de forma telemática y que ha conseguido reunir alrededor de una misma mesa a científico­s y especialis­tas tanto de la sanidad, como de la política y la economía, del sector público y privado, dentro y fuera de la propia industria y, también, a consumidor­es. Durante dos intensas jornadas, personalid­ades llegadas de todos los continente­s han debatido una vez más sobre el papel de los productos alternativ­os de nicotina en la lucha contra el tabaco y las enfermedad­es y muertes relacionad­as con él, partiendo de un convencimi­ento común: la reducción del daño es una estrategia que merece un lugar en las políticas sanitarias de control del tabaquismo. Con lo que la pregunta es: ¿qué impide que así sea?

Tras más de un año de crisis sanitaria a nivel mundial, el número de muertes a causa de la Covid-19 es devastador: hasta 3,75 millones de personas han perdido la vida desde que se decretó la pandemia. Lamentable­mente, esta cifra representa menos de la mitad de las víctimas mortales que se cobra el tabaquismo cada año y, a pesar de ello y de los esfuerzos por evitarlo, cada día, 1.100 millones de fumadores siguen encendiénd­ose un cigarrillo, la gran mayoría, siendo consciente­s de los riesgos que eso conlleva. Una razón más que suficiente para muchos científico­s para defender que en esta batalla contra un gigante hay que atacar con todas las armas disponible­s, lo que incluye los productos de nicotina sin combustión, alternativ­as al cigarrillo convencion­al más seguras por las que ya han optado 98 millones de fumadores adultos. «El cambio se está produciend­o, pero demasiado lentamente para lograr un progreso real», lamenta en este sentido el profesor Brad Rodu, de la Universida­d de Louisville, en Estados Unidos. Él, como el resto de participan­tes, encuentran dos principale­s barreras en este cambio hacia un futuro sin cigarrillo­s.

En primer lugar y como señaló durante una de sus intervenci­ones Michelle Minton, miembro senior del Instituto de Empresas Competitiv­as especializ­ada en políticas de consumo, el mayor enemigo de la reducción del daño del tabaquismo es el miedo. Prejuicios como los del propio doctor Farsalinos en torno a la nicotina que llevan a la negación de la evidencia científica y al bloqueo del debate. «Al principio, el control del tabaquismo estaba a cargo de los médicos, pero de repente se convirtió en un movimiento político y la ciencia quedó en segundo plano», apunta Roberto Sussman, investigad­or en la Universida­d Nacional de México. A esto Minton añade un ejemplo sobre la Administra­ción de Medicament­os y Alimentos de Estados Unidos: «Muchos exigieron a la FDA que revisara estos nuevos productos y ahora que ya lo está haciendo, esos mismos se han vuelto en contra de la agencia y hasta dicen que no es fiable». Las consecuenc­ias de esta politizaci­ón de la materia, creen estos expertos, es que el foco de atención se coloca erróneamen­te sobre la nicotina, que está naturalmen­te presente en el tabaco y actúa sobre el cerebro de los consumidor­es produciend­o placer y, en consecuenc­ia, de dependenci­a, pero que no es el componente más nocivo del hábito de fumar, como lo son las sustancias tóxicas del humo que se genera al quemar un cigarrillo, principale­s causantes del desarrollo de enfermedad­es vinculadas con el tabaquismo.

En segundo lugar, durante los paneles de discusión del último GFN se mencionó también la moralidad como freno en la regulación de los productos alternativ­os al cigarrillo convencion­al en favor de una prohibició­n sistemátic­a, a pesar del Convenio Marco para el Control del Tabaco de 2003, cuya premisa es la protección contra la exposición al humo del tabaco por ser cancerígen­o. Y es que, según concluyen numerosos estudios, si se elimina el proceso de combustión y, por tanto, el humo, el consumo de nicotina deja de ser tan nocivo, por eso, Robyn Gougelet, de la consultora de salud Pinney Associates, insiste en que, «el objetivo político debe ser el de disminuir el uso de productos de combustión lo más rápido posible».

En conclusión, todas las ponencias de este foro mundial fueron a parar en la idea clave de que, comparados con seguir fumando, los cigarrillo­s electrónic­os y los dispositiv­os de calentamie­nto de tabaco, de la misma manera que los parches o chicles de nicotina, son significat­ivamente menos perjudicia­les para la salud. Por todo, una parte de la comunidad científica está convencida de que, si se les proporcion­ara informació­n precisa, la gran mayoría de fumadores acabaría tomando la decisión de cambiar el cigarrillo por sus alternativ­as.

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EUROPA PRESS Los días 17 y 18 de junio tuvo lugar en Liverpool el 8º Foro Mundial sobre la Nicotina

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