«El totalitarismo iraní empapa todos los aspectos de mi vida»
El manifiesto cinematográfico contra la opresión en Irán que es «La vida de los demás» aterriza por fin en salas españolas tras su éxito en la pasada Berlinale
Desde la intimidad de una habitación llena de libros y con el espíritu domesticado por la resistencia tras pasar más de diez años luchando contra la persecución sistemática del gobierno de su país, Rasoulof recibe a LA RAZÓN vía videoconferencia por el estreno de su película, Oso de Oro en la pasada edición de Berlín. Rasoulof, que se libró de la mili, podría no hacerlo de la cárcel, cuya sentencia espera aún porque su país lo sigue viendo «un peligro». –¿Cómo se rueda una película en la clandestinidad? ¿Cómo no terminar venciéndole la desesperanza?
–Desde la preproducción, sabía que sería peligroso para el equipo ampliar los días de rodaje, optar por la estructura del largometraje clásico. El único modo para mí de sacarlo adelante era dividirlo en cuatro partes, con otros cuatro equipos diferentes, con permisos diferentes que íbamos a pedir en nombre de otros directores para simular que no era una película mía, sino de ellos. Solo cambiando la forma fue posible hacerlo. Al principio me parecía complicado , pero he tenido suerte en mi carrera. A partir de mi tercera película, los cambios tecnológicos y las posibilidades digitales lo cambiaron todo. Lo audiovisual se convirtió en algo mucho más fácil, con más probabilidades en general. Me siento bastante privilegiado de vivir en una época en la que existen tal cantidad de opciones.
Plantearme una película en la clandestinidad hace quince o veinte años hubiera sido muchísimo más difícil.
–En algunos de los relatos que componen su nueva película subraya el calvario que conlleva la mili para muchos iraníes... ¿De qué manera condiciona en su país la existencia el servicio militar obligatorio? –Lo cierto es que yo me negué a ir. En tiempos de paz sacaron una ley que permitía comprar su exención, dabas dinero al Estado y te daban una tarjeta con la que podías justificar tu negativa, y a día de hoy, sigo teniéndola (admite entre risas).
–¿Qué funciona mal en Irán, qué motivos le empujan a rebelarse contra ese sistema que falla en todos los aspectos? –El totalitarismo. El sistema iraní empapa todos los aspectos de mi vida: mi forma de vestir, mi modo de hablar, el contenido de lo que produzco como artista. Está presente en todos lados. Y es ese ambiente de constante opresión lo que nutre mi deseo de hacer películas.
–¿Puede el cine convertirse en una herramienta política más efectiva que una manifestación?
–No me parecen incompatibles, pero el cine y una manifestación son dos modos de expresión completamente diferentes. Con una película se cuenta una historia, se lleva a cabo una acción de expresión cultural, y en estos momentos lo que Irán necesita más que nada es una evolución cultural. El arte tiene la función de destacar los valores humanos, de transmitir belleza a través de la descripción de la realidad que vives. –¿Cuándo fue la última vez que se sintió libre?
–Ahora mismo. Hago las películas que quiero hacer. Y cuando decides enfrentarte a un sistema que se introduce de una manera tan absoluta en todos los aspectos de la vida, sabes que tiene consecuencias. No me han obligado a nada, sé lo que estoy haciendo. Y aunque me resulta difícil describir mi emoción este tiempo, si tengo que evocar una sensación, me quedo con la satisfacción que me produce el hecho de poder llevar a cabo mis esfuerzos para cambiar las cosas.