«HEMOS ACABADO CON LA IMAGEN DEL ESTADO REPRESOR»
VayaVaya por delante, estimado ministro, que el planteamiento, así, sobre el papel, parece bueno. Que en Europa los nacionalistas catalanes dicen que somos un Estado opresor y que nuestra democracia es imperfecta, pues se les tira por tierra el argumentario con los indultos. El problema, y usted lo sabría de haber tenido más afición al estudio de la milicia que a la tauromaquía, es que ninguna estrategia, ningún plan de batalla, aguanta más de cinco minutos cuando se confronta con el enemigo. Y así están las cosas, que los indultados, lejos de comprar los mensajes gubernamentales sobre la distensión, la concordia, la generosidad y el volver a empezar, le han dado la vuelta al argumento. Así, según Junqueras y demás compañeros mártires, el Gobierno de su digna presencia no ha hecho más que ceder a la presión de Europa, en general, so pena de alinearse con los malvados húngaros, lo que demuestra, y hay que reconocer que son unos genios de la propaganda orweliana, la falta de verdadera democracia en España, hasta el punto de que nuestro país debe ser tutelado por las autoridades y los tribunales comunitarios. Los antiguos convergentes, además, van aún más lejos y colocan al fugado Puigdemont como el principal hacedor del prodigio, faro y guía de las libertades conculcadas en este país que, digan lo que digan, todavía les parece muy franquista. Soy consciente, señor ministro, de que sus responsabilidades en el partido le obligan a entrar en este tipo de batallas, que exigen un manejo del arte de la demagogia mucho más avanzado que llamar fachas a los de derechas, restándole tiempo y esfuerzo a su principal labor de gestor de infraestructuras públicas, que suele ser un trabajo de cierto lucimiento a poco que se disponga de una buena porción del pastel presupuestario. Es, ahí, donde tiene usted el escenario perfecto para pasar a la gran historia de España, al nivel Primo de Rivera, Indalecio Prieto y Francisco Franco, porque en el mundo del sofismo, parece que los separatistas catalanes le dan mil vueltas.