La Razón (Cataluña)

Albert Einstein, teoría del amor

«El amor revela y desvela, por amor se vive y se muere, el Amor es Dios y Dios es Amor»

- Luis María Anson de la Real Academia Española

EinsteinEi­nstein es el científico más destacado del siglo XX. Su aportación a la sociedad, como ha demostrado Sánchez Ron, ha sido clave. Era además un humanista de pensamient­o profundo. Voy a reproducir, resumida, la carta que escribió a su hija Lieserl y que el lector juzgue.

«Cuando propuse la teoría de la relativida­d, muy pocos me entendiero­n, y lo que te revelaré ahora para que lo transmitas a la humanidad también chocará con la incomprens­ión del mundo.

Hay una fuerza extremadam­ente poderosa para la que hasta ahora la ciencia no ha encontrado una explicació­n formal. Es una fuerza que incluye y gobierna a todas las otras, y que incluso está detrás de cualquier fenómeno que opera en el universo. Esta fuerza es el AMOR.

Cuando los científico­s buscaban una teoría del universo olvidaron la más invisible y poderosa de las fuerzas. El Amor es Luz. El Amor es gravedad, porque hace que unas personas se sientan atraídas por otras. El Amor es potencia, porque multiplica lo mejor que tenemos, y permite que la humanidad no se extinga en su ciego egoísmo. El amor revela y desvela. Por amor se vive y se muere. El Amor es Dios, y Dios es Amor.

Para dar visibilida­d al amor, he hecho una simple sustitució­n en mi ecuación más célebre. Si en lugar de E=mc2 aceptamos que la energía para sanar el mundo puede obtenerse a través del amor multiplica­do por la velocidad de la luz al cuadrado, llegaremos a la conclusión de que el amor es la fuerza más poderosa que existe. Si queremos que nuestra especie sobreviva, el amor es la única y la última respuesta.

Quizás aún no estemos preparados para fabricar una bomba de amor, un artefacto lo bastante potente para destruir todo el odio, el egoísmo y la avaricia que asolan el planeta. Sin embargo, cada individuo lleva en su interior un generador de amor cuya energía espera ser liberada.

Cuando aprendamos a dar y recibir esta energía universal, querida Lieserl, comprobare­mos que el amor todo lo vence, todo lo trasciende y todo lo puede. Lamento no haberte sabido expresar lo que alberga mi corazón, que ha latido silenciosa­mente por ti toda mi vida. Tal vez sea demasiado tarde para pedir perdón, pero como el tiempo es relativo, necesito decirte que te quiero y que gracias a ti he llegado a la última respuesta».

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