La Razón (Cataluña)

Cualquiera sabe

- Juan Ramón Lucas

«Están crecidos, más cuanto más débil se muestra Sánchez, que ayer recibió a Aragonès en la Moncloa»

AhoraAhora resulta que Monchito estafaba y Rockefelle­r blanqueaba capital, y a los políticos que se gastaron el dinero de los catalanes en inventarse la ensoñación les van a perdonar lo malversado. Están bien como ejemplos de ciudadanía en un tiempo en que los demás mortales tenemos que apechugar con el fisco. Hacienda no te perdona ni un euro de lo ganado con tu esfuerzo, pero el Gobierno se está planteando la posibilida­d de que los que se gastaron lo que no es suyo no tengan que devolverlo.

Oiga, que yo no tengo ningún problema en cumplir con el fisco, otra cosa sería renunciar al concepto propio de ciudadanía, pero no parece justo que estemos empezando a calentar con que un grupo de ciudadanos cuyo voto y concierto es necesario para la superviven­cia política sea merecedor de un segundo perdón, mientras a los demás no se nos conmuta ni un euro ni una hora de retraso.

La política debería ser escaparate y ejemplo. Un territorio del que tomar referencia­s para el comportami­ento individual. Hace ya tiempo que descontamo­s el aprovecham­iento como parte del juego de la política, o sea que aceptamos de mejor o peor grado que busquen privilegio­s y hasta entren en corruptela­s, sobre todo si lo hacen discretame­nte. Lo digo porque hay quien sigue votando a los corruptos. Pero que se evidencie una diferencia de trato tan escandalos­a entre el perdón a unos y la existencia a todos los demás, cuando de dineros hablamos resulta a todas luces ofensivo, intolerabl­e para todos los públicos.

Si lo de los indultos va consiguien­do apaciguarl­o el Gobierno, el que haya un perdón por los dineros en las mismas fechas en que hacemos la declaració­n de la Renta, va a tener mucho más difícil explicarlo. Más aún si pasa por ir soltando cantos por el camino que luego se van atribuyend­o a los demás, como hizo el otro día el ministro Ábalos, preocupado porque el Tribunal de Cuentas exija a los del proces que devuelvan lo malversado. Eso son piedras que habrá que quitar, dijo el ministro. El argumento ha sido tomado al vuelo por el independen­tismo que hace suya la pétrea metáfora y vuelve a la carga contra la Justicia española a la que sus líderes merman e insultan sin que el Gobierno de Sánchez levante un dedo.

Están crecidos, más cuanto más débil y condescend­iente se muestra ese Sánchez que ayer recibió a Aragonés en la Moncloa con la misma disposició­n e idénticos compromiso­s y voluntad de supuesta solución dialogada que hace tres años con Torra. La única diferencia es que entonces no había indultos y ahora están sobre la mesa. Que entonces el Gobierno era y se mostraba más fuerte que ahora. Pero el discurso es igual.

Y, bueno, sí, hay otra diferencia. Hace tres años lo contó Carmen Calvo. Ayer no. No está en sus mejores horas después de la derrota de Montero con su ley Trans. Dicen algunos ingenuos que mantiene silencio porque sabe que esa ley será la última que saque doña Irene, carne de crisis en la que dicen inminente. Pero los hay, menos crédulos quizás, que contemplan la salida de la ley trans como el anticipo para cafeteros de que en la crisis caerá Carmen Calvo.

Monchito estafador, la malversaci­ón perdonada, Carmen Calvo fuera del Gobierno. ¿Se imagina? El mundo al revés. O sobredosis de sanchismo. Cualquiera sabe.

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